Al celebrar la Misa en la Casa Santa Marta este 22 de marzo, el Papa Francisco advirtió el peligro de la rigidez en los hábitos que incluso puede llevar a cometer injusticias y animó a no tener miedo a que Jesús pase por nuestras vidas.
Como cada día, el Santo Padre celebró también este domingo la Eucaristía en la capilla de la Casa Santa Marta a las 7:00 a.m. (hora local) en la que participaron los tres sacerdotes y las religiosas que viven allí.
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En su homilía, el Pontífice comentó el pasaje del Evangelio de San Juan (9:1-41) que relata cuando Jesús curó afuera de la sinagoga a un hombre ciego de nacimiento.
"Este pasaje del libro de San Juan habla por sí mismo" dijo el Papa quien recordó que "un anuncio de Jesucristo es también una catequesis".
Por ello, el Santo Padre se detuvo brevemente en los personajes de esta narración. En primer lugar, en el ciego de quien destacó su sabiduría: "asombra la sabiduría del ciego, cómo responde. Estaba acostumbrado a moverse con las manos, tenía el olfato del peligro, tenía el olfato de las cosas peligrosas que lo podían hacer caer, y se mueve como un ciego, con una argumentación clara, precisa, y después usa la ironía, se da ese lujo".
Luego, Francisco señaló que "los doctores de la ley sabían todas las leyes, todas, pero estaban fijos allí, no entendían cuándo pasaba Dios, eran rígidos, estaban apegados a sus hábitos, el mismo Jesús lo dice en el Evangelio de Mateo".
"Apegados a sus hábitos, y si para conservar éstos tenían que cometer una injusticia, no era un problema porque los mismos hábitos decían que no era un problema… Y esa rigidez los llevaba a cometer injusticias. Brota delante a Cristo ese sentimiento de cerrazón", explicó.
En esta línea, el Papa Francisco citó la frase de San Agustín: "tengo miedo de Cristo cuando pasa" para dejar una enseñanza.
"Tengo miedo que pase Cristo. Pero, ¿por qué tienes miedo? Tengo miedo de no darme cuenta que es el Cristo y dejarlo pasar. Y una cosa es clara, a la presencia de Jesús florecen los verdaderos sentimientos del corazón, salen las verdaderas actitudes, es una gracia, y por eso Agustín tenía miedo de dejarlo pasar sin darse cuenta que estaba pasando. Es claro, pasa, cura a un ciego, y se desata el escándalo, y después, sale lo mejor de las personas y lo peor de las personas", advirtió el Papa.
Por este motivo, el Santo Padre aconsejó a todos tomar el Evangelio de San Juan y leer el capítulo 9 "leerlo en casa tranquilos, una o más veces, y entender bien, qué sucede cuando pasa Jesús, permitir que salgan los sentimientos" para entender bien lo que San Agustín nos dice "tengo miedo del Señor cuando pasa, que yo no me dé cuenta y no lo reconozca, y no me convierta".
"No se olviden, lean hoy, una, dos, tres veces, todo el tiempo que quieran, el capítulo 9 de San Juan", invitó al concluir su homilía.
Antes de concluir la Misa, el Papa Francisco rezó unos minutos en silencio delante de la Eucaristía expuesta en la custodia y, nuevamente, impartió la bendición con el Santísimo Sacramento. Al terminar la celebración eucarística se detuvo ante la imagen de la Virgen mientras que se entonaba un canto a María.
Evangelio comentado por el Papa Francisco:
San Juan 9:1-41
1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» 3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.» 6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego 7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo. 8Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» 9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» 10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» 11 El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y lávate." Yo fui, me lavé y vi.» 12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.» 13 Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. 14Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.» 16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos. 17Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.» 18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista 19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» 20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. 21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.» 22 Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.» 24 Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» 25 Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.» 26 Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» 27 El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» 28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» 30 El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. 32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. 33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» 34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera. 35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» 36 El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» 37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.» 38 El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. 39 Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.» 40 Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?» 41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.»