El Papa Francisco animó a adorar al Niño Jesús como lo hicieron los Reyes Magos porque "cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie".
Así lo indicó el Santo Padre al presidir la Misa en la Solemnidad de la Epifanía del Señor celebrada este 6 de enero en la Basílica de San Pedro.
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"Usualmente, nosotros sabemos rezar, pedimos, agradecemos al Señor, pero todavía la Iglesia debe ir más adelante con la oración de adoración, debemos crecer en la adoración, una sabiduría que debemos aprender cada día, rezar adorando, la oración de adoración", improvisó el Pontífice.
Como es tradición en esta Celebración Eucarística, después de la lectura del Evangelio, un diácono realizó el anuncio de la Pascua que será el Domingo 12 de abril de 2020. El 26 de febrero iniciará la Cuaresma con el miércoles de ceniza; el 21 de mayo la Ascensión del Señor; el 31 de mayo Pentecostés; el 11 de junio la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo (que se celebrará litúrgicamente en muchas partes del mundo el domingo 14 de junio) y el 29 de noviembre será el primer Domingo de Adviento.
Durante su homilía, el Papa Francisco reflexionó en la narración del episodio de la Epifanía del Evangelio de San Mateo en la que los Reyes Magos adoran al Niño Jesús y advirtió que "el hombre, cuando no adora a Dios, está orientado a adorar su yo" y añadió que "incluso la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene. Cristianos que no saben adorar, que no saben rezar adorando".
"Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios. Cuántas veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, cuántas veces hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el poder según el mundo, que es servirse a sí mismo".
En esta línea, el Pontífice explicó que los jefes de los sacerdotes y los escribas del pueblo no lograron adorar al Señor a pesar de conocer "las profecías y las citan exactamente. Saben a dónde ir, ¡grandes teológos, grandes!, pero no van" por lo que alentó a aprender una lección que: "En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios".
"La teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas; si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un viaje, sino que caminaron y adoraron. Cuando uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de hermosas doctrinas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar. Conocemos el rostro de Jesús estando cara a cara con Él. Al adorar, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino que se necesita ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama. Así debe ser la Iglesia, una adoradora enamorada de Jesús, su esposo", señaló.
En esta línea, el Santo Padre exhortó a redescubrir la adoración "como una exigencia de fe" porque "si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino. De hecho, -explicó- adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo. Adorar es poner al Señor en el centro para no estar más centrados en nosotros mismos. Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios".
"Adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, pero con la única solicitud de estar con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias. Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas. Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente", afirmó.
De este modo, el Papa Francisco subrayó que "al adorar uno aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios" porque "adorar es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar".
"Adorar es redescubrirnos hermanos y hermanas frente al misterio del amor que supera toda distancia: es obtener el bien de la fuente, es encontrar en el Dios cercano la valentía para aproximarnos a los demás. Adorar es saber guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender a decir palabras que no hieren, sino que consuelan", dijo.
En este sentido, el Santo Padre aseguró que "la adoración es un gesto de amor que cambia la vida" porque es actuar como los Magos: "es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él".
Por último, el Papa reconoció que "muchos cristianos que oran no saben adorar" por lo que preguntó: "¿Encontramos momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios para la adoración en nuestras comunidades?" y añadió que "al adorar, nosotros también descubriremos, como los Magos, el significado de nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos una 'inmensa alegría".