Teresa Piccola, esposa y madre de cuatro niños, describe su experiencia de posesión y exorcismo, luego de pasar por varios hechos trágicos que marcaron su vida y la llevaron a fascinarse por lo oculto, dejando la puerta abierta para que el demonio ingresara en su vida.
En declaraciones a National Catholic Register, Piccola señaló que los hechos trágicos de su infancia, en la cual sufrió varias veces de abusos sexuales, la llevaron a buscar maneras de escapar de la realidad, aficionándose a lo oculto.
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"Participé en sesiones de espiritismo e hipnosis con mis amigos, pero creo que la actividad definitiva ocurrió con el tablero de ouija cuando tenía 18 años", señaló. "Mis hermanas y yo lo usamos una noche en casa, y algo pareció interferir con el movimiento del dial. Después de ese evento ocurrieron muchos sucesos extraños, el grifo se abría solo, se escuchaban pasos en las escaleras y los muebles se movían mientras no había nadie en casa".
"Más tarde, mi curiosidad por lo oculto se expandió a leer horóscopos, ir a adivinos y (que) me leyeran cartas de tarot", comentó Piccola. "Incluso cuando volví a la Iglesia antes de casarme, nunca confesé estas cosas. Supongo que no me di cuenta de que eran pecado y ciertamente no pensé que fueran portales del mal".
Piccola señaló que otro evento que marcó su vida y abrió la puerta al demonio fue el aborto. "Estaba en el último año de secundaria y nunca se lo dije a mis padres", resaltó. "Después de llevar tanta vergüenza conmigo desde la infancia, no podía soportar decirles que era sexualmente activa y estaba embarazada", agregó.
"Después de mi aborto, me volví bulímica, sexualmente promiscua, sufría depresión, y me obsesioné más con lo oculto", comentó. Años después, todavía se sentía completamente sola y aislada, por lo que, buscando librarse de la culpa, se ofreció como voluntaria en un grupo provida y en su iglesia.
Sin embargo, las cosas comenzaron a empeorar cuando su hijo menor comenzó a tener pesadillas violentas e inexplicables. Piccola y su esposo le pidieron a su párroco que bendijera su hogar. Los sueños se calmaron por un tiempo, pero volvieron a molestar a su hijo, tanto que el sacerdote les aconsejó que contactaran al exorcista diocesano.
Piccola señaló que los signos de su posesión nunca fueron como muestra Hollywood. "Francamente, fuera del agotamiento extremo, que hizo que mi cara se viera cansada, nadie hubiera sabido que estaba bajo tan terrible esclavitud", afirmó.
Piccola pasó por el rito del exorcismo, que duró 18 meses, liberándose totalmente el 2018. Ella y el equipo de liberación, que incluía al psicólogo clínico y un grupo de laicos que estaban allí para rezar y apoyar al exorcista en su trabajo, se reunían una vez por semana, en sesiones de hasta tres horas.
Siempre comenzaban con Misa, después de la cual rezaban la coronilla a la Divina Misericordia. Luego, el exorcista decía las letanías a los santos, momento en que los demonios empezaban a manifestarse. Más tarde, aprendió que estos signos indican qué santo vendría a ayudarla durante el rito.
"Durante las sesiones, cuando los demonios se manifestaban, sentía una fuerza más allá de mis capacidades, mis ojos se volvían blancos, mi voz cambiaba", comentó.
Aunque quería evitar que sucedieran estas cosas, los demonios tenían control de su cuerpo. "Me sentí atrapada dentro de mí, y eso era aterrador", dijo Piccola. "Al principio, me asusté, pero luego me di cuenta de que no pasaría nada que Dios no permitiera, así que esto me dio paz. Aprendí a mantener mis pensamientos ocultos para poder rezar a Jesús, María y los santos durante mis sesiones".
Poco a poco Piccola era capaz de tener más conciencia de lo que sucedía, al inicio solo recordaba fragmentos, pero a medida que su relación con Dios creció, "tuve más control sobre mis movimientos y palabras, incluso exponiendo cosas que podía sentir con los demonios".
"Una vez que supere la conmoción de lo que estaba sucediendo, traté de concentrarme en mirar el crucifijo, y si mis ojos estaban cerrados, lo imaginaba en mi mente. Mientras sucedían cosas en el exterior, recé y cooperé tanto como pude en el interior", señaló.
Piccola resaltó que "la liberación ocurre cuando hay una voluntad de cambio". "No es un truco de magia donde un sacerdote entra dramáticamente y ahuyenta a los demonios. Se necesita el rechazo total del mal y el deseo del bien. Dios nos quiere completamente restaurados", agregó.
Piccola comentó que fue ayudada por santos y ángeles durante su guerra espiritual, confirmando la enseñanza de la Iglesia de que aquellos que moran en el cielo interceden por los fieles en la tierra.
Durante sus sesiones ella vio a San Miguel Arcángel, pero asegura que la Santísima Virgen María fue la primera en visitarla.
"Normalmente, cuando aparecía un santo, primero lo sentía en mi corazón y de alguna manera se convertía en una imagen", comentó. Pero "otras veces los demonios llamaban al santo antes de que yo lo supiera, como con el Padre Pío, al que temían y despreciaban".
San Juan Pablo II también la visitó dos veces durante sus sesiones, entre otros santos de los que nunca había escuchado antes, como Santa Gemma Galgani, San Gabriel Possenti y el Beato Jerzy Popieluszko.
"La humildad es la clave", señaló Piccola. "Cuando estamos rotos, como yo estaba herida y quebrantada, debemos aprender a perdonar y no solo a los demás, sino a nosotros mismos".
"Asimismo, debemos mirar a la Iglesia como el Cuerpo herido de Cristo. Tenemos el poder de rezar y, a través de esa oración, sanar y reparar", concluyó. "Nadie está más allá de la misericordia de Dios. Todos tenemos un propósito único. Sin embargo, atamos las manos de Dios mediante el rechazo de su misericordia", añadió.