El Papa Francisco afirmó que "el Niño que yace en el pesebre tiene el rostro de nuestros hermanos y hermanas más necesitados".
El Santo Padre aseguró, citando una frase de la Carta Apostólica Admirabile signum, que "los pobres son los privilegiados de este misterio (el Niño Dios en el pesebre) y, con frecuencia, son los que mayormente logran reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros".
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En las palabras previas al rezo del Ángelus, este domingo 15 de diciembre en la Plaza de San Pedro, el Pontífice señaló que "el Adviento es tiempo de gracia. Nos dice que no basta creer en Dios: es necesario purificar cada día nuestra fe".
"No se trata de prepararse para dar la bienvenida a un personaje de cuento de hadas", advirtió, "sino, al Dios que nos interpela, que nos involucra y, ante el cual, se impone una elección".
El Santo Padre explicó que "en este tercer Domingo de Adviento, conocido como el 'domingo de la alegría', la Palabra de Dios nos invita, por una parte, a la alegría y, por otra, a la conciencia de que la existencia también incluye momentos de duda, en los cuales nos cuesta creer".
Por ello, subrayó que "alegría y duda son experiencias ambas que forman parte de nuestra vida".
Para explicar esta realidad de la existencia, el Papa contrapuso la lectura del profeta Isaías, donde dice que "se alegren el desierto y la tierra árida, exulte y florezca la estepa", con la lectura del Evangelio de San Mateo, donde Juan Bautista expone su duda respecto a Jesús: "¿Eres tú quién debe venir o debemos esperar a otro?".
"En efecto", dijo el Papa, "el profeta ve más allá de la situación. Ante él hay gente desanimada, manos débiles, rodillas vacilantes, corazones perdidos. Es la misma realidad que en cualquier momento del tiempo pone a prueba la fe".
Sin embargo, "el hombre de Dios mira de otra manera, porque el Espíritu Santo hace sentir en su corazón la potencia de su promesa que anuncia la salvación".
"La salvación abarca a todo el hombre y lo regenera. Pero este nuevo nacimiento, con la alegría que lo acompaña, siempre presupone un morir a nosotros mismos y al pecado que hay en nosotros".
De ese morir y ese renacer "deriva la llamada a la conversión, que es la base de la predicación tanto del Bautista como de Jesús; en particular, se trata de convertir la idea que tenemos de Dios".
El Papa Francisco destacó que "el tiempo de Adviento nos estimula a realizar esa misma pregunta que planteó Juan Bautista a Jesús: '¿Eres tú el que debe venir o tenemos que esperar a otro?'".
"Pensemos: Durante toda su vida, Juan ha esperado al Mesías; su estilo de vida, su mismo cuerpo está plasmado por esa espera. Precisamente por eso Jesús lo elogia con aquellas palabras: nadie es más grande que él entre los nacidos de mujer".
Y, sin embargo, hizo hincapié Francisco, "incluso él debía convertirse a Jesús. Como Juan, también nosotros estamos llamados a reconocer el rostro humilde y misericordioso que Dios eligió para asumir en Jesucristo".