El Arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, afirmó que es tarea de los creyentes acompañar y sostener la mano de quien muere en un suicidio asistido y precisó que está en contra de esta práctica.
Así lo indicó el Prelado el 10 de diciembre en declaraciones a algunos periodistas en el marco de un evento realizado en el Vaticano sobre la importancia de los cuidados paliativos.
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Al preguntársele su opinión respecto a un documento que los obispos suizos han emitido este mes sobre el suicidio asistido y el acompañamiento que ofrece la Iglesia, Mons. Paglia precisó que no lo ha leído y que "en nuestra perspectiva ninguno es abandonado. Estamos contra el suicidio asistido porque no queremos hacer el trabajo sucio de la muerte".
"Es necesario tener presente que la vida para mí, creyente, sigue, pero no solo para los creyentes sino para todos. En este sentido, acompañar y sostener la mano de quien muere (en un suicidio asistido), creo que es una gran tarea que cada creyente debe promover, así como cada creyente debe promover un contraste a la cultura del suicidio asistido", explicó el Arzobispo.
"Que el suicidio es una gran derrota no podemos convertirlo nunca en una opción de sabiduría. Es una gran derrota nuestra", continuó.
Uno de los periodistas preguntó luego si es que entonces un sacerdote o un fiel católico puede acompañar a alguien durante su suicidio asistido, a lo que el Arzobispo respondió: "Usted busca la regla. Yo creo que ninguno debe ser abandonado. El problema es que yo no quiero dar una regla para contradecir. Creo que la elección es siempre de quien está allí en este caso".
"Para mí quien se quita la vida muestra una derrota de toda la sociedad, pero no de Dios. Esto es lo que quiero afirmar", indicó.
"Que luego se puedan encontrar reglamentaciones en este u otro discurso, porque a veces hay ciertos gestos o ciertos hechos son para contradecir, para contrastar, se convierten en ideológicos. Quiero sacar la ideología de esta explicación", dijo luego Mons. Paglia.
El presidente de la Pontificia Academia para la Vida comentó también que hace "los funerales de suicidas porque el suicidio es siempre una gran exigencia de amor que no es respondida. El Señor no abandona a nadie, nunca a nadie".
"Debemos recordar una cosa: Para la Iglesia Católica, si uno afirma que Judas está en el infierno es herético. En este sentido, los cuidados paliativos son una perspectiva en la cual el acompañamiento responsable, no un acompañamiento pasivo, debe ayudar a la serenidad, al amor, la vida, la belleza del encuentro", continuó.
Haciendo referencia al documento de los obispos suizos, la autoridad vaticana dijo además que "este es un tema que va más allá de las leyes porque necesitamos no tanto nuevas leyes en una sociedad individualista sino un suplemento de amor y un suplemento de corresponsabilidad porque cada uno de nosotros nunca es 'elegido por los otros'. Por esto nadie es patrón de su propia vida, porque mi vida también es vuestra, porque soy único. No puedo sacarme de un tejido diciendo que solo soy un hilo. Si yo saco un hilo, el tejido no es lo que debe ser".
"Una sociedad que avanza hacia, cómo decirlo, una perspectiva de justificación del suicidio o una perspectiva de dejar solos a quienes no son fuertes, es una sociedad para mí cruel. Por esto estoy convencido que nunca nadie debe ser abandonado en cualquier situación que se encuentre", resaltó el Arzobispo italiano.
El documento de los obispos suizos
A comienzos de este mes los obispos de Suiza dieron a conocer un documento de 30 páginas en el que explicaron cómo debe ser el acompañamiento en el caso de las personas que procuran el suicidio asistido.
El texto titulado "Conducta pastoral respecto a la práctica del suicidio asistido" responde a la alta tasa de suicidios asistidos en el país, donde esta práctica es legal y donde existen clínicas especializadas.
El texto, explica la agencia italiana SIR, señala que cada vez más suizos ven el suicidio asistido como "una solución aceptable cuando se confronta con el sufrimiento y la muerte".
En el documento, los obispos explican que el suicidio asistido "es radicalmente contrario al mensaje del Evangelio" y su práctica "es un serio ataque hacia la preservación de la vida de la persona humana que debe ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural".
Los obispos explican luego el procedimiento del suicidio asistido: el paciente recibe un fármaco para evitar que vomite, luego de una media hora se le administra la sustancia letal. El tiempo en el que ocurre la muerte, que es de aproximadamente 16 minutos, varía de persona a persona, lo que "genera una pregunta difícil respecto al acompañamiento durante estos largos minutos de agonía".
Los prelados refieren que "la orientación general, considerando un serio discernimiento, implicaría acompañar a la persona que ha decidido suicidarse 'todo el tiempo que sea posible', pero el agente pastoral debe salir físicamente del lugar donde la medicación letal es administrada".
En el texto, los prelados dan luego tres razones por las cuales este gesto no significa abandonar al paciente: la primera es que al salir del cuarto la "Iglesia testimonia que está siempre a favor de la vida". La segunda es que, de permanecer en el lugar donde se realiza el suicidio asistido, el gesto del agente pastoral podría interpretarse como "una ayuda o cooperación" de la Iglesia al mismo.
La tercera razón se refiere a los sacramentos últimos, que son siempre considerados "sacramentos de vida y para la vida", no para la muerte.
El documento, explica SIR, está marcado por una seria preocupación por la realidad del suicidio para nunca perder la esperanza de que la decisión pueda ser revertida.
"La experiencia muestra que el pedido de suicidio con frecuencia oculta un deseo no manifestado que debe ser discernido y profundizado", indican los prelados suizos.
Lo que enseña la Iglesia sobre el suicidio
La enseñanza de la Iglesia sobre el suicidio está establecida en los numerales que van del 2280 al 2283 del Catecismo.
"Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella", señala el numeral 2280.
"El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo", indica luego el numeral 2281.
El numeral 2282 advierte asimismo que "la cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral", mientras que el numeral 2283 resalta que un suicida podría también salvarse.
"No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida", refiere el texto.