El Papa Francisco recordó a los obispos de Tailandia y de la Federación de las Conferencias episcopales asiáticas (FABC) la importancia del servicio y de la evangelización en el encuentro que tuvo este 22 de noviembre en el Santuario del Beato Nicolás Boonkerd Kitbamrung localizado en la ciudad de Bangkok durante su viaje apostólico a Tailandia.

"Recordemos que nosotros también somos parte de este pueblo, no somos los patrones, somos parte del pueblo, fuimos elegidos como servidores, no como dueños o amos. Esto significa que debemos acompañar a quienes servimos con paciencia y amabilidad, escuchándolos, respetando su dignidad, impulsando y valorando siempre sus iniciativas apostólicas", destacó el Papa.

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Al inicio de su discurso, el Santo Padre agradeció a los obispos por su "fraternal bienvenida" y destacó sobre el Beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung que "dedicó su vida a la evangelización y la catequesis, formando discípulos del Señor, principalmente aquí en Tailandia, también en parte de Vietnam y a lo largo de la frontera con Laos, y coronó su testimonio de Cristo con el martirio".

"Pongamos este encuentro bajo su mirada para que su ejemplo impulse en nosotros un gran celo por la evangelización en todas las Iglesias locales de Asia y podamos ser, cada vez más, discípulos misioneros del Señor; así su Buena Noticia pueda ser derramada como bálsamo y perfume en este bello y gran continente", afirmó.

Además, el Pontífice reconoció que allí "viven en medio de un continente multicultural y multirreligioso, dotado de gran belleza y prosperidad, pero probado al mismo tiempo por una pobreza y explotación extendida a varios niveles. Los rápidos avances tecnológicos pueden abrir inmensas posibilidades que faciliten la vida, pero también pueden dar lugar a un creciente consumismo y materialismo, especialmente entre los jóvenes".

"Ustedes cargan sobre sus hombros las preocupaciones de sus pueblos, al ver el flagelo de las drogas y el tráfico de personas, la necesidad de atender un gran número de migrantes y refugiados, las malas condiciones de trabajo, la explotación laboral experimentada por muchos, así como la desigualdad económica y social que existe entre los ricos y pobres", advirtió el Papa.

En esta línea, el Santo Padre los animó a vivir con "fidelidad de la Iglesia a la propia vocación" y estar atentos porque "cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo, y puede dificultar a nuestro corazón el importante ministerio de la oración y la intercesión".

Por ello, el Papa Francisco les exortó a mirar "el camino misionero en estas tierras" para tener confianza en que el Espíritu Santo es "el primero en adelantarse y convocar: el Espíritu Santo 'primerea' a la Iglesia invitándola a alcanzar todos esos puntos nodales, donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de nuestras ciudades y culturas". 

"No olvidemos que el Espíritu Santo llega antes que el misionero y permanece con él. El impulso del Espíritu Santo sostuvo y motivó a los Apóstoles y a tantos misioneros a no descartar ninguna tierra, pueblo, cultura o situación", destacó el Papa.

Acerca de los misioneros en estas tierras, el Santo Padre señaló que "no buscaron un terreno con 'garantías de éxito'; al contrario, su 'garantía' residía en la certeza que ninguna persona y cultura estaba de antemano incapacitada para recibir la semilla de vida, de felicidad y especialmente de la amistad que el Señor le quiere regalar" y añadió que "no esperaron que una cultura fuera afín o sintonizara fácilmente con el Evangelio; por el contrario, se zambulleron en la realidad, se zambulleron en esas realidades nuevas convencidos de la belleza de la que eran portadores" .

"Ellos eran audaces, valientes, porque sabían principalmente que el Evangelio es un don para ser derramado en todos y para todos: derramados a toda la gente, a los doctores de la ley, pecadores, publicanos, prostitutas, todos los pecadores de ayer como los de hoy. Me gusta señalar que la misión, antes que las actividades para realizar o proyectos para implementar, requiere una mirada y un olfato a cultivar; requiere una preocupación paternal y maternal porque la oveja se pierde cuando el pastor la da por perdida, nunca antes", confío.

En este sentido, Francisco citó a San Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi para recordar que "evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor".

"Uno de los puntos más hermosos de la evangelización es hacernos cargo de que la misión confiada a la Iglesia no reside solo en la proclamación del Evangelio, sino también en aprender a creerle al Evangelio. ¡Cuántos hay que proclaman, proclamamos a veces, en momentos de tentación el Evangelio y no le creemos! Aprender a creer el Evangelio y dejarse tomar y transformar por él; consiste en vivir y en caminar a la luz de la Palabra que tenemos que proclamar", advirtió el Papa.

De este modo, el Papa explicó que "así la Iglesia entra en la dinámica discipular de conversión-anuncio, purificada por su Señor, se transforma en testigo por vocación. Una Iglesia en camino, sin miedo a bajar a la calle y confrontarse con la vida misma de las personas que le fueron confiadas, es capaz de abrirse humildemente al Señor y con el Señor vivir el asombro, el estupor de la aventura misionera, sin esa necesidad consciente o inconsciente de querer aparecer ella en primer lugar, ocupando o pretendiendo, vaya a saber qué lugar de preeminencia". 

"¡Cuánto debemos aprender de ustedes, que en tantos de sus países o regiones son minorías, y a veces minorías ignoradas, obstaculizadas o perseguidas, y no por eso se dejan llevar o contaminar por el síndrome de inferioridad o la queja de no sentirse reconocidos! Van adelante, anuncian, siembran, rezan, esperan y no pierden la alegría", exclamó.

Asimismo, el Santo Padre aseguró que "el martirio de la entrega cotidiana y tantas veces silenciosa dará los frutos que sus pueblos necesitan" y les recordó que muchas de sus tierras fueron evangelizadas por laicos por lo que les pidió: "no clericalicemos la misión, y mucho menos clericalicemos los laicos. Esos laicos tuvieron la posibilidad de hablar el dialecto de su gente, ejercicio simple y directo de inculturación no teórica ni ideológica, sino fruto del ardor por compartir a Cristo".

"De manera particular los invito a que tengan siempre abierta la puerta para sus sacerdotes. Las puertas del corazón. No olvidemos que el prójimo más prójimo del obispo es el sacerdote. Estén cerca de ellos, escúchenlos, busquen acompañarlos en todas las situaciones que ellos enfrenten, especialmente cuando los vean desanimados o apáticos, que es la peor de las tentaciones del demonio, la apatía y el desánimo. Y esto háganlo no como jueces sino como padres, no como gerentes que se sirven de ellos, sino como auténticos hermanos mayores. Creen un clima donde exista la confianza para un diálogo sincero y abierto, buscando y pidiendo la gracia de tener la misma paciencia que el Señor tiene con cada uno de nosotros, ¡que es tanta!", pidió el Papa.

Por último, el Papa los animó a tener la certeza de que "no estamos solos, no caminamos solos, no vamos solos, Él nos espera ahí invitándonos a reconocerlo principalmente en el partir el pan. Supliquemos la intercesión del beato Nicolás y de tantos santos misioneros, para que nuestros pueblos sean renovados con esa misma unción".

"Puesto que están hoy aquí numerosos obispos de Asia, aprovecho la ocasión para extender la bendición y mi cariño a todas sus comunidades y, de modo especial, a los enfermos y a todos aquellos que estén pasando por momentos de dificultad. Que el Señor los bendiga, cuide y acompañe siempre y a ustedes que los lleve de su mano y ustedes déjense llevar de la mano del Señor, no busquen otras manos. Y, por favor, no se olviden de rezar y hacer rezar por mí, porque todo lo que les dije a ustedes, me lo tengo que decir también a mi", concluyó.

Al finalizar el encuentro, el Papa Francisco saludó a cada uno de los obispos presentes y bendijo a los fieles que estaban afuera del Santuario.