El Arzobispo de Nagasaki (Japón), Mons. Mitsuaki Takami, resaltó la responsabilidad que tienen los fieles de trabajar por la paz, en respuesta a los mártires que sufrieron la persecución por su fe, y por tantas otras personas que murieron debido a las bombas nucleares que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Así lo indicó el Prelado en una entrevista concedida a Associated Press (AP) a pocos días de la visita que el Papa Francisco hará a Nagasaki el 24 de noviembre, como parte de su 32° viaje apostólico internacional.
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El Arzobispo resaltó la lucha de los católicos en Japón, señalando que "cada vez que vengo a esta catedral (de Nagasaki), pienso en nuestros antepasados cristianos que estuvieron aquí y fueron sometidos a persecución, opresión y vigilancia. Además sufrieron el ataque atómico".
Mons. Takami es descendiente de los cristianos "escondidos" del siglo XVI, perseguidos por su fe católica, y tuvo a varios familiares que perdieron la vida cuando cayó la bomba atómica cerca de la Catedral de Urakami, área norte de Nagasaki, el 9 de agosto de 1945.
"No se justifica que los cristianos aquí hayan tenido que afrontar muertes tan horribles. Por ellos y por su historia tenemos una responsabilidad aun mayor de trabajar por la paz", señaló Mons. Takami.
En la ahora reconstruida catedral, el Arzobispo comentó que los fieles esperan que el Papa Francisco envíe un poderoso mensaje antinuclear en nombre de todos los que sufrieron por la guerra, añadiendo que "la crueldad de humanos contra humanos no debe existir".
Mons. Takami señaló que los sacerdotes, como "líderes religiosos, no podemos permanecer en silencio" y destacó que los "políticos jueguen su papel por la paz".
"Tenemos que respetar todas las vidas que nos dio el Señor", concluyó.
La persecución religiosa en Japón
Hideyoshi Toyotomi, es una de las figuras más importantes de la historia japonesa. Aunque se le reconoce por unificar Japón, hasta finales del siglo XVI dividido por las luchas entre señores feudales, fue quien decidió expulsar a los misioneros católicos que eran en su mayoría jesuitas portugueses.
La expulsión se dio porque los sacerdotes fueron vistos como una amenaza al haber logrado la conversión de muchos señores feudales (Daimio) al catolicismo, lo que hizo que Toyotomi promulgara una ordenanza que expulsaba a los misioneros del país asiático en un plazo de seis meses.
Tras la expulsión, la ciudad de Nagasaki que era importante para la evangelización por ser un centro portuario adonde llegaban los portugueses, se convirtió en el lugar donde pequeños grupos de fieles japoneses seguían viviendo su fe de manera clandestina. Por eso se les conoce como cristianos "escondidos".
El 5 de febrero de 1597, tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos, fueron detenidos y torturados.
Luego de cortarles la oreja izquierda, fueron llevados a pie hasta Nagasaki, donde luego de confesarse con los sacerdotes, fueron crucificados por órdenes de Toyotomi. A estos 26 mártires les rendirá homenaje el Papa Francisco cuando visite la ciudad.
Segunda Guerra Mundial
Muchos años después, durante la Segunda Guerra Mundial, la pequeña comunidad católica japonesa perdió en Nagasaki dos tercios de sus miembros.
Tras la destrucción de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el alto mando militar estadounidense liderado por el presidente Harry Truman, puso la mira sobre la ciudad de Kokura para forzar la rendición de Japón. Sin embargo, el mal tiempo hizo que el blanco cambiara a Nagasaki.
En ese entonces Nagasaki tenía unos 240 mil habitantes. Un error de cálculo de los aviadores estadounidenses hizo que la bomba no cayera en el centro de la ciudad, pero el efecto fue igual de devastador y aniquiló de manera inmediata a unas 75 mil personas.
En los días siguientes murió un número similar de personas a causa de heridas y enfermedades ocasionadas por la radiación.