El Papa Francisco se encuentra en un viaje apostólico en Tailandia, país asiático en el que siete miembros de la minoría católica experimentaron el martirio en 1940 durante la guerra franco-tailandesa.
Los primeros misioneros que llegaron a Tailandia fueron los dominicos portugueses en 1554. Aunque la población del reino de Siam, antiguo nombre del país asiático, era budista, los misioneros fueron bien recibidos debido a sus conocimientos.
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En 1938, luego que la monarquía que dominaba Siam fuera derrotada, Plaek Phibunsongkhram fue nombrado primer ministro. Este general tailandés decidió luchar contra la eliminación de las culturas minoritarias, centrando su esfuerzo por fortalecer la cultura del reino de Siam.
Tailandia, recién con este nombre en 1939, condenó todo lo que estuviera relacionado con Francia y consideraron enemigos a los misioneros franceses, junto con sus iglesias y los fieles. El cristianismo fue tomado como una religión extranjera y se empezó a perseguir a todos aquellos que no fueran budistas.
Songkhon, aldea de la provincial de Mukdahan, 550 kilómetros al noreste de Bangkok, era uno de los varios asentamientos católicos en la zona. Tenía entre 500 y 600 habitantes, una iglesia, una escuela religiosa, un cura francés y dos monjas de un convento de Laos, país que se encuentra del otro lado del río Mekong, según señala AP News.
El oficial Boonlue Muangkote ordenó que los pobladores debían renunciar al catolicismo y convertirse al budismo. Como consecuencia, el sacerdote francés Paul Fige, que acompañaba a la comunidad de Songkhon, fue deportado a Laos.
Sin embargo, los católicos no desaparecieron. El catequista del pueblo, Philip Siphong Onphitak de 33 años, asumió el liderazgo de la parroquia hasta que fue atraído con engaños cerca del río Tum Nok y asesinado por un grupo de policías el 16 de diciembre de 1940. Fue el primer nativo tailandés que derramó su sangre por dar testimonio de su fe en Cristo.
Dos religiosas de la Congregación de la Santa Cruz, Agnes Phila y Lucia Khambang, quedaron a cargo de la feligresía y desafiaron las exigencias de Boonlue de convertirse al budismo. Ellas siguieron enseñando a pesar de las amenazas que recibían de parte del oficial, quien informó que de no desistir serían asesinadas.
La noche de la Navidad, la hermana Agnes le escribió una carta a Boonlue informando que no renunciarían a Cristo. Al día siguiente, 26 de diciembre, llevaron a las dos religiosas y a algunas fieles a un cementerio, donde las ejecutaron. Entre las víctimas figuraron Agatha Phutta, de 59 años, y tres adolescentes: Cecilia Butsi, Bibiana Khampai y María Phon.
En 1959, los restos de Philip Siphong Onphitak fueron reunidos con los demás mártires y en torno a ellos se construyó un santuario.
La beatificación de estos siete mártires de Tailandia fue celebrada en Roma por San Juan Pablo II el 22 de octubre de 1989.