De la Virgen del Pilar a la Virgen de Guadalupe hay cerca de siete siglos de historia, pero son siglos densos, durante los cuales España concluyó la reconquista y se descubrió un continente, el Nuevo Mundo, al que la corona española envió tropas, sacerdotes, literatos e intelectuales para conquistarlo, pero para Dios. Es la historia que aclara el último libro de la historiadora Angela Pellicciari titulado "Una storia unica" (Una Historia Única), de Edizioni Cantagalli.
Este libro mira a la historia con ojos diferentes, depurados de los lentes del iluminismo y de la historiografía anticristiana que le seguía. Muchos son los pliegues de la historia para considerar y que no son considerados. Sobre todo, si se hace historia dejando de lado la fe cristiana, sobre todo católica, que empuja a evangelizar y a construir civilización.
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En ese sentido, Angela Pellicciari presenta una tesis que va a contracorriente, al señalar que América Latina fue evangelizada porque las expediciones de los conquistadores fueron expediciones de evangelización, liberadoras de pueblos nativos dominados por otras poblaciones sanguinarias; así como el deseo de evangelizar de parte de los reyes católicos, en particular de Isabel de Castilla que deja escrito en su testamento de "no permitir que los indios sean hechos esclavos y sean robados de sus propios bienes. Ordena también reparar los robos que puedan haber sufrido".
Se trata de un aspecto poco conocido de la historia, como poco conocido –pero reconocido por la historia– es el hecho que fueron los dominicos de Salamanca los inventores de los derechos humanos, aplicados para defender a las poblaciones indígenas.
España pudo promover este esfuerzo evangelizador porque tiene una tradición católica bien radicada que comienza con la Virgen aparecida en Zaragoza, a la Virgen de Guadalupe (en Extremadura), cuyo santuario fundó el rey Alfonso XI de Castilla "en agradecimiento por la victoria obtenida en 1340 contra los moros".
Una historia que pasa por el descubrimiento milagroso de la tumba de Santiago en Galicia, que será invocado como matamoros durante la guerra de reconquista.
Es la fe que lleva a España a enviar expediciones a las Indias. Y si nos preguntamos cómo Cortés pudo hacer caer el inmenso imperio azteca con solo los 400 hombres que lo habían seguido, la respuesta es que recibió la ayuda de los demás indios de las poblaciones aterrorizadas por el culto sanguinario de los aztecas.
El franciscano Bernardino de Sahagún llega a México en 1529 y enseña latín a los nobles aztecas, estudia la lengua náhuatl y en con esta compone originariamente su Historia General de Las Cosas de Nueva España. En esta explica que el año azteca se divide en 18 meses y que en cada uno habían sacrificios humanos particulares, entre ellos muchos niños con tres meses.
Mientras Juan de Zumárraga, primer Arzobispo de México, escribió al capítulo franciscano de Tolosa que los indios "tienen costumbre de sacrificar en esta ciudad de México a sus ídolos más de 20 mil corazones humanos".
De frente a los ídolos que quieren sacrificios, los conquistadores españoles proponen a Jesús, que se sacrifica a sí mismo para que podamos tener vida. Además, los españoles también llevan a las nuevas tierras la construcción de escuelas, universidades, academias, hasta constituir lo que se llamaría "América Latina".
Una América Latina evangelizada después de que España se liberó del imperio musulmán, comenzando la empresa de 300 hombres refugiados en la gruta de Covadonga, en Asturias, en la cual la Virgen aparece para alentarlos y prometer la victoria.
Las expediciones en América, por tanto, no fueron fruto de conquistas políticas, sino instrumento de difusión de la fe. Y, básicamente, no sorprende que las reducciones jesuitas hayan hecho un modelo de sociedad tan perfecto y tan competitivo con el de las potencias coloniales, que estas quisieron romperlo.
Traducido y adaptado por Eduardo Berdejo. Publicado originalmente en ACI Stampa.