El Papa Francisco abrió el Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía este domingo 6 de octubre con una Misa celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano en la que pidió que la Asamblea Sinodal sirva "para renovar los caminos de la Iglesia en la Amazonía, de modo que no se apague el fuego de la misión".
La Misa, celebrada con gran solemnidad, contó con la presencia de los 13 nuevos Cardenales creados en el Consistorio celebrado ayer sábado 5 de octubre, y de representantes de los pueblos originarios de la Amazonía.
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De hecho, algunos miembros de los pueblos indígenas presentaron al Papa las ofrendas durante el ofertorio.
En su homilía, el Santo Padre contrapuso el fuego de Dios al fuego del mundo. "El fuego de Dios, como en el episodio de la zarza ardiente, arde, pero no se consume. Es fuego de amor que ilumina, calienta y da vida, no fuego que se extiende y devora".
En cambio, "cuando los pueblos y las culturas se devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo".
"Y, sin embargo, cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización. Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos".
Advirtió que "el fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo".
El Papa Francisco hizo un llamado a los Obispos a reavivar el fuego de Dios, porque "el fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren".
El Papa recordó a los Obispos que "somos Obispos porque hemos recibido un don de Dios".
"Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos".
El Pontífice pidió a los Obispos que renueven ese don, porque "si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el 'siempre se ha hecho así', el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo".
El Papa Francisco finalizó su homilía recordando que "muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia".
"Muchos hermanos y hermanas en Amazonía han entregado su vida", afirmó para pedir "un gesto de la Iglesia por aquellos que han entregado la vida en la Amazonía. Por ellos, por aquellos que han dado su vida, con ellos, caminemos juntos", finalizó.