Antes de finalizar su viaje a Mauricio y emprender el regreso a Roma después de un viaje por África que también le ha llevado a Mozambique y Madagascar desde el pasado 4 de septiembre, el Papa Francisco realizó una visita de cortesía al Presidente ad interim de la República de Mauricio, Barlen Vyapoory.
El encuentro tuvo lugar en el Salón Azul del Palacio Presidencial. Posteriormente, el Presidente presentó al Papa al Primer Ministro, Pravind Kumar Jugnauth antes del tradicional intercambio de regalos.
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Finalizados estos encuentros de cortesía, el Pontífice se dirigió al Gran Salón del Palacio donde ofreció un discurso a las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
En su discurso, el Santo Padre trató diversos temas: acogida a los migrantes, lucha contra la discriminación, un desarrollo económico que no excluya a los desfavorecidos, defensa del medio ambiente y diálogo interreligioso.
A continuación, el discurso completo del Papa Francisco:
Señor Presidente,
Señor Primer Ministro,
Distinguidos miembros del Gobierno,
Distinguidos miembros del Cuerpo Diplomático,
Señoras y señores, representantes de la sociedad civil,
Representantes de las diversas confesiones religiosas,
Señoras y señores:
Saludo cordialmente a las Autoridades del Estado de Mauricio y les agradezco la invitación a visitar vuestra República. Agradezco al Primer Ministro las amables palabras que me acaba de dirigir, así como su bienvenida y la del señor Presidente. Saludo a los miembros del Gobierno, de la sociedad civil y del Cuerpo Diplomático.
Quiero también saludar y agradecer fraternalmente la presencia hoy aquí de los representantes de otras denominaciones cristianas y de las diferentes religiones presentes en la isla Mauricio.
Estoy contento, gracias a esta breve visita, de poder conocer vuestro pueblo, caracterizado por poseer, no sólo un rostro multicultural, étnico y religioso sino, sobre todo, la belleza que proviene de vuestra capacidad de reconocer, respetar y armonizar las diferencias existentes en función de un proyecto común.
Así es toda la historia de vuestro pueblo que nació con la llegada de migrantes de diferentes horizontes y continentes, portadores de sus tradiciones, su cultura y su religión, y que aprendieron, poco a poco, a enriquecerse con la diferencia de los demás y a encontrar los medios para vivir juntos, buscando construir una hermandad preocupada por el bien común.
En este sentido, vosotros poseéis una voz autorizada -porque se hizo vida- capaz de recordar que es posible alcanzar una paz estable desde la convicción de que «la diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una "diversidad reconciliada"» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 230).
Esta es base y oportunidad para la construcción de una real comunión dentro de la gran familia humana, sin necesidad de marginar, excluir o rechazar.
El ADN de vuestro pueblo guarda la memoria de estos movimientos migratorios que condujeron a vuestros antepasados a esta isla y que también los llevaron a abrirse a las diferencias para integrarlas y promoverlas por el bien de todos.
Es por eso que os aliento, en fidelidad a vuestras raíces, a asumir el desafío de dar la bienvenida y proteger a los migrantes que vienen hoy para encontrar un trabajo y, para muchos de ellos, mejores condiciones de vida para sus familias.
Preocuparos de darles la bienvenida como vuestros antepasados supieron acogerse recíprocamente; como protagonistas y defensores de una verdadera cultura del encuentro que permita a los migrantes -y a todos- ser reconocidos en su dignidad y derechos.
En la historia reciente de vuestro pueblo, quisiera recordar la tradición democrática instaurada después de la independencia y que contribuye a hacer de la isla Mauricio un oasis de paz.
Espero que este estilo de vida democrático pueda ser cultivado y desarrollado, especialmente luchando contra todas las formas de discriminación. Porque «la auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales» (Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2019).
Que vosotros, que estáis comprometidos en la vida política de la República de Mauricio, podáis ser un ejemplo para quienes confían en vosotros, especialmente para los jóvenes. Por vuestra actitud y disposición para luchar contra todas las formas de corrupción, que podáis manifestar la grandeza de vuestro compromiso al servicio del bien común y ser siempre dignos de la confianza que os dan vuestros conciudadanos.
Desde su independencia, vuestro país experimentó un fuerte desarrollo económico del cual, sin duda, debemos alegrarnos, a la vez que estar atentos. En el contexto actual, a menudo parece que el crecimiento económico no siempre beneficia a todos y que incluso deja a un costado -por ciertas estrategias de su dinámica- a un cierto número de personas, especialmente a los jóvenes.
Por eso me gustaría animaros a promover una política económica orientada hacia las personas y que sepa privilegiar una mejor distribución de los ingresos, la creación de oportunidades de empleo y una promoción integral de los más pobres (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 204).
Animaos a no sucumbir a la tentación de un modelo económico idólatra que siente la necesidad de sacrificar vidas humanas en el altar de la especulación y la mera rentabilidad, que sólo toma en cuenta el beneficio inmediato en detrimento de la protección de los más pobres, de nuestro medio ambiente y sus recursos. Se trata de avanzar con esa actitud constructiva que, como escribió el cardenal Piat con ocasión del 50 aniversario de la independencia de Mauricio, impulsa a implementar una conversión ecológica integral.
Dicha conversión mira no sólo a evitar terribles fenómenos climáticos o grandes desastres naturales, sino que también busca promover un cambio en los estilos de vida para que el crecimiento económico realmente pueda beneficiar a todos, sin correr el riesgo de causar catástrofes ecológicas ni graves crisis sociales.
Señoras y señores: Deseo expresar mi agradecimiento por cómo en Mauricio las diferentes religiones, con sus respectivas identidades, trabajan mancomunadamente para contribuir a la paz social y recordar el valor trascendente de la vida contra todo tipo de reduccionismo.
Y reitero la disposición de los católicos en Mauricio de continuar participando en este diálogo fecundo que ha marcado con tanta fuerza la historia de vuestro pueblo. Gracias por vuestro testimonio.
Nuevamente gracias por vuestra cálida bienvenida. Es mi deseo que Dios bendiga a vuestro pueblo y todos los esfuerzos que realizan para fomentar el encuentro entre diferentes culturas, civilizaciones y tradiciones religiosas en la promoción de una sociedad justa, que no se olvida de sus hijos, especialmente de aquellos más necesitados. ¡Que su amor y misericordia continúen acompañándoos y protegiéndoos!