En la Diócesis de Huesca (España) no se podrán leer "cartas de despedida o escritos de agradecimiento" durante los funerales, con esta medida Mons. Julián Ruiz Martorell pretende "dar un mayor sentido litúrgico" al ritual de exequias.
El Obispo de Huesca (España), Mons. Julián Ruiz Martorell, prohíbe que durante los funerales se lean "cartas de despedida o escritos de agradecimiento", se pronuncien "discursos o alocuciones laudatorias o biográficas del difunto. Ni elogios, ni elegías".
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Mediante un decreto que fue publicado el pasado 2 de septiembre, se prohíbe "añadir oraciones o lecturas que no estén contempladas en el ritual de exequias" e "interpretar música o cantos que no sean los adecuados para las exequias".
Mons. Ruiz Martorell precisa que los cambios introducidos responden a la voluntad de que haya "una mayor comprensión al rito", y dar un "mayor sentido litúrgico que muestre el anuncio gozoso y confiado de la vida eterna y de la esperanza en la resurrección propias de nuestra fe".
Ya que "las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia" y "el ministerio de la Iglesia pretende expresar también aquí la comunión eficaz con el difunto, y hacer participar en esa comunión a la asamblea reunida para las exequias y anunciarle la vida eterna".
Según explica el Obispo de Huesca, "a lo largo de los siglos la forma de dar sepultura a los cristianos ha ido variando y acomodándose a los distintos tiempos y lugares, si bien la fe en la resurrección de los muertos ha permanecido invariable".
El ritual de exequias actual, cuya versión en español data del año 1971, pretende "mostrar al mundo de hoy que la fe cristiana confiere un profundo sentido a la muerte y que, lejos de una concepción desgarradora, vacía o nihilista, puede llegar a ser vivida como un anuncio gozoso y confiado de la vida eterna y de la esperanza en la resurrección propias de nuestra fe".
También hace referencia al Concilio Vaticano II en donde se precisó que el rito de exequias debía responder "a las circunstancias y tradiciones de cada país" que "expresaba el fuerte interés de la Iglesia en que la liturgia resplandezca en su ser más genuino y profundo y en que los fieles puedan vivir con una participación activa, consciente y fructuosa".