El P. Willy Milayi es misionero de la Inmaculada Concepción y vive en el Congo. Trabaja rescatando niños de la calle y les ofrece un lugar donde vivir, recibir educación y aprender un oficio que les saque de las minas de coltán en las que son obligados a trabajar.
"El coltán es un mineral muy escaso en la naturaleza que se utiliza en la fabricación de dispositivos electrónicos. Al ser tan escaso es muy caro y los principales yacimientos se encuentran entre otros países en República Democrática del Congo. La explotación de esas minas está en manos de las guerrillas", explicó el P. Malayi en una entrevista concedida a la diócesis de Málaga (España).
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Este sacerdote trabaja con las personas que son obligadas a extraer este mineral. Durante la entrevista el P. Malayi recordó la historia de un niño que recorrió más de seis mil kilómetros huyendo.
"Os podéis imaginar las condiciones de miseria en las que llegó. Pero solo buscaba alguien que lo escuchara. Venía roto de dolor. Después de darle de comer, me contó su vida. Los milicianos sacaron de casa a su familia (padre, madre, dos hermanas y él) y los llevaron al bosque con dos propuestas: morir, o trabajar para ellos sacando el coltán de las minas, desde las 6 de la mañana a las 7 de la tarde. Trabajaban a 200 metros de profundidad para sacar 15 sacos de coltán diarios, por los que recibían dos dólares a final de mes", explicó el sacerdote.
Al comenzar las revueltas y protestas contra las guerrillas, los milicianos "primero violaron y mataron a la madre de este chico delante de él, después hicieron lo mismo con sus hermanas de 17 y 13 años y también mataron a su padre. Él consiguió escapar, pero me decía entre lágrimas: 'Yo no temo a la muerte, yo soy un cadáver, y un cadáver no teme a la muerte'".
"Nuestros [teléfonos] móviles están manchados con la sangre de los 'niños cadáveres'", asegura el sacerdote.
Para ayudar a estos "niños cadáveres" y a más de 20 mil que, tan sólo en Kinshasa, viven en la calle, el P. Malayi junto con su comunidad de Misioneros de la Inmaculada Concepción ha comenzado un centro educativo.
"Un hogar en el que puedan aprender un oficio que les asegure el porvenir fuera de las minas y no vuelvan nunca a las calles. No podemos resolver todos los problemas, pero damos gracias a Dios por cada uno de los niños que podemos rescatar. Es un verdadero milagro que se hace posible gracias a la gente de buena voluntad", aseguró el sacerdote.
En ese centro educativo enseñan a los niños a "cuidarse unos a otros". "A más de uno lo hemos escuchado decir: 'El Padre Willy nos enseñó que cuando seamos mayores tenemos que ayudar'. Pienso que esto es un paso muy importante", precisó.
Además explicó que como cristianos "tenemos que defender la dignidad de la persona, imagen de Dios" y valorarlos "como nuestros hermanos. En nuestro mundo se ha perdido esta concepción y hemos puesto por delante de la personas los bienes materiales. Lo que nos mata hoy es la indiferencia. No queremos saber nada de los problemas de los demás, y solo hablamos de los nuestros. Más preocupante que la pobreza material es la pobreza espiritual".