En el marco del debate sobre el nuevo sistema de Responsabilidad Penal Juvenil en Argentina, el Obispo Auxiliar de Buenos Aires, Mons. Gustavo Carrara, solicitó un régimen "verdaderamente humano y abierto a la esperanza".
La iniciativa que se encuentra en discusión en la Cámara de Diputados, propone bajar la edad de imputabilidad de 16 a 15 años; modificar el tiempo de prisión para menores que cometen delitos con penas superiores a los 15 años e implementar un sistema interdisciplinario para lograr la resocialización de los adolescentes, entre otros puntos.
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El pasado 23 de abril, Mons. Carrara expresó que "hay que trabajar por un régimen penal juvenil verdaderamente humano y abierto a la esperanza", "con todas las garantías del proceso penal, pero sin bajar la edad mínima de responsabilidad penal" y manteniéndola en 16 años.
En su intervención, el también asesor de la Comisión Arquidiocesana de Niñez y Adolescencia en Riesgo aseguró que lo anterior "sería más acorde a los estándares internacionales de derechos humanos y, en particular, con dicha convención".
"En este marco aparecen caminos concretos que deben incluirse en dicho régimen penal juvenil: la justicia restaurativa, la mediación, la remisión de casos, las medidas no privativas de libertad", precisó.
"Es evidente que la implementación de este sistema depende de la habilitación de la infraestructura y los recursos humanos y materiales necesarios para el desarrollo de un sistema orientado a la resocialización y a la educación".
En su experiencia como Vicario para la Pastoral de Villas, recordó que los menores "llevados al delito por organizaciones criminales, son sus víctimas y el Estado debe alejarlos de esa opción en lugar de reafirmarlos en el rol de delincuente".
"El camino comienza insertando a todos los chicos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos por nombrar sólo algunas medidas; ahí empieza todo proceso de integración socio-urbana".
En ese sentido, el Obispo manifestó que "la deuda social es la gran deuda de los argentinos, que no se trata solamente de un problema económico o estadístico. Es principalmente un problema ético que nos afecta en nuestra dignidad más esencial".
"Detrás de las estadísticas hay rostros e historias. La deuda social genera graves daños sobre la vida concreta de personas, las hiere profundamente en su dignidad. Y casi la mitad de los niños, niñas y adolescentes de nuestra patria son pobres", afirmó.
"Hay que seguir llevando adelante este proceso de integración socio-urbana de las villas y barrios precarios de nuestro país. Es probable que esto no resuelva totalmente el drama de la pobreza en nuestra patria, pero ciertamente será mirarlo de frente y poner manos a la obra de modo bien concreto", concluyó Mons. Carrara.