Este 9 de abril se cumplirá el primer año de la muerte de la hija de la reconocida líder provida Lianna Rebolledo, Jeanette, y para ella es una ocasión de agradecer todas las oraciones y la gracia de Dios que la han ayudado a salir adelante.
Jeanette falleció a los 28 años, mientras luchaba con una neurofibromatosis tipo 2, una enfermedad congénita y sin cura que causa la aparición de tumores en el sistema nervioso central, que si bien son benignos con el tiempo producen síntomas como la pérdida de la visión, el sentido auditivo y el balance, y causan convulsiones.
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La joven fue concebida en una violación perpetrada por dos hombres cuando Lianna tenía solo 12 años.
En diálogo con ACI Prensa, Lianna expresó su agradecimiento "a tantas personas por su generosidad, por sus palabras de apoyo, por el simple hecho de estar ahí, pero principalmente por sus oraciones. Estoy convencida de que es la gracia de Dios y las oraciones las que me han ido sosteniendo".
La líder provida señaló que "ninguna madre está preparada para enterrar a sus hijos. Sin embargo, me tocó a mí".
"Si a mí me preguntan qué es lo peor que he vivido, ha sido la pérdida de mi hija. Pero también sé que desde donde está me ayuda a levantarme", dijo, y aseguró que "me siento con el compromiso de devolverle a toda la comunidad sus oraciones, generosidad, su apoyo".
Lianna subrayó que "ese vacío que queda en tu corazón" solo "lo puede llenar Cristo".
Su hija, dijo, "me dejó un ejemplo de vida, un ejemplo de su testimonio. Fue la persona que me enseñó a vivir, a entender lo que era el valor de la vida, lo que era la humildad, la sencillez, la gratitud".
"Ella tenía una fundación en la que estaba trabajando, In Love With Life (Enamorada de la vida), y estaba muy contenta, porque me decía 'yo vine al mundo para esto', 'esta es mi misión de vida', 'no quiero que se fomente más bullying contra las mamás adolescentes que estén embarazadas'".
"Fomentaba mucho el ayudar, independientemente de cualquier credo, que no se discriminara nadie, que no se le maltratara", dijo, y recordó que Jeanette "se organizaba con un grupo de personas para llevarle cobijas, calcetines, de comer" a los indigentes en las calles de Los Ángeles, en Estados Unidos.
Y todo este trabajo lo realizaba mientras planeaba su boda, terminaba la universidad y con miras a comenzar una maestría.
Para Lianna, su hija "no perdió la batalla, ella luchó hasta el último momento".
"En su funeral la capilla estaba llena. Yo pensé que solo estaríamos mi familia y yo, pero estuvimos muy acompañados de tantas personas que la conocieron, a quienes ella ayudó tanto".
Sin embargo, Lianna es clara en que el dolor no desaparecerá. "Sigo llorando todos los días, pero todos los días me levanto con la ilusión de un día verla. No es algo que vas a superar, es algo con lo que vas a aprender a vivir día a día".
"Si yo no me agarrara de la mano de Dios, humanamente yo no podría con esto. Pero desde la noche que murió decidí darle gracias a Dios por el tiempo en que me la prestó, me dejó conocerla, compartir con ella, por cada abrazo que me dio, por cada una de sus sonrisas", dijo.
Su hija, recordó, le enseñó que "no importa lo que la vida nos dé, lo importante es lo que nosotros le vamos a devolver a la vida".