Tras seis años de trabajo como Director del Departamento de Movilidad Humana del Arzobispado de Santiago, el P. Marcio Toniazzo se despide agradecido del país sureño esperando que los nuevos desafíos de la migración ayuden a crear "un nuevo Pentecostés y no una Torre de Babel".
Este 17 de marzo, el sacerdote perteneciente a la Congregación de los Misioneros de San Carlos Scalabrinianos concluye un periodo lleno de anécdotas, desafíos y dolores para comenzar un nuevo trabajo pastoral con la comunidad brasileña de la Arquidiócesis de Miami (Estados Unidos).
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Antes de despedirse, el P. Toniazzo conversó con ACI Prensa sobre su experiencia como migrante y como impulsor de iniciativas que han ayudado a la integración e inserción de los extranjeros en el país sureño.
El sacerdote brasileño, también pastor de la Parroquia Latinoamericana, aseguró que "Dios fue providente con la Iglesia en Chile, porque la migración es la que está revitalizando a la Iglesia en medio de su crisis".
"El migrantes es el que ayuda a incorporar, integrar, mejorar, sanar y seguir. Ha dado un nuevo dinamismo a la fe y un claro ejemplo es la incorporación de ellos a los coros de las comunidades. Es en ese espacio donde encuentra un modo de manifestar su amor a Dios y vivir la fe desde la música", explicó.
El también director del Instituto Chileno Católico de Migración (INCAMI) aseguró que "se produjo un buen matrimonio entre la migración y Chile, porque ambos tuvieron que reinventarse".
El dinamismo laboral, gastronómico y cultural que vive Chile "revela que la migración vino para aportar y tiene una experiencia viva", reflexionó.
En su paso por Chile el P. Toniazzo también ha sido testigo del desarrollo del Centro Integrado de Atención al Migrante (CIAMI), que cuenta con dos casas de acogida para hombres y mujeres; la bolsa de trabajo para migrantes; más las múltiples actividades de apoyo para la inserción de los extranjeros y el trabajo parroquial con las numerosas comunidades; le han traído grandes satisfacciones.
Pero también, ha vivido momentos de dolor por la limitada capacidad de los proyectos para entregar ayuda inmediata, techo o comida a quienes llegan con esperanzas a Chile.
En esa reflexión, el sacerdote aseguró que vendrán importantes desafíos como la migración con menores de edad. "Como país no tenemos lugares suficientes para acoger y atender a los niños que llegan con sus madres o mujeres embarazadas. Muchos de ellos, no tienen dónde vivir".
"El gran desafío actual de la migración es la inculturación, un encuentro entre los que acogen y los que llegan. Cómo ayudarnos para que haya cohesión y se forme una familia, un Pentecostés y no una Torre de Babel", reflexionó.
El P. Toniazzo se va triste, feliz y agradecido por lo que recibió de Chile, y sobre todo confiado en el sólido equipo de voluntarios que "trabaja de manera comprometida y dedicada para llevar adelante la obra de Dios" en las dos casas de acogida y en la parroquia.
Ahora revive los miedos y la ansiedad de migrar a otra tierra, otra cultura y forma de hacer Iglesia, siempre por la promoción del Evangelio.
Con esos sentimientos y esperando que la integración con los hermanos extranjeros continúe dando frutos en Chile, el P. Toniazzo pidió a las comunidades recordar "la frase de Jesús que dice: 'Yo fui migrante y ustedes me acogieron'. Acoger al migrante es acoger a Cristo", aseguró.
"Puede haber muchas dificultades, problemas, insatisfacciones y desafíos pero en el migrante está Cristo y todo el bien hecho, Dios no lo olvida", finalizó el P. Toniazzo.
Para conocer más de esta obra visite: Fundación Scalabrini