El Arzobispo de Bogotá (Colombia), Cardenal Rubén Salazar Gómez, aseguró este 21 de febrero que "no hay ninguna justificación posible para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar con valor y contundencia cualquier abuso que se presente al interior de nuestra Iglesia".
Así lo dijo en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano durante su relación titulada "la Iglesia en momento de crisis. Enfrentando conflictos y tensiones y actuando con decisión", pronunciada en el encuentro convocado por el Papa Francisco para abordar la protección de menores ante los abusos sexuales.
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El Purpurado colombiano señaló que el clericalismo se encuentra a la raíz de los abusos. "No se trata solo de desviaciones o patologías sexuales en los abusadores, sino que hay una raíz más honda que es la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles", advirtió.
El Arzobispo dijo que "hemos manejado una comprensión equivocada de cómo ejercer el ministerio que ha llevado a cometer serios errores de autoridad que han agigantado la gravedad de la crisis".
En esta línea, el Cardenal Salazar citó al Papa Francisco en su Carta al pueblo de Dios, en la que calificó el clericalismo como "una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia -tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia- como es el clericalismo... Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo".
El Arzobispo de Bogotá invitó a la conversión a toda la Iglesia, "pero, en primer lugar, a nosotros que somos sus pastores", porque "muchas veces la Iglesia –en las personas de sus obispos– no supo y todavía, en ocasiones, no sabe comportarse como debe para afrontar con rapidez y decisión la crisis provocada por los abusos".
"Muchas veces se procede como los asalariados que al ver venir el lobo huyen dejando desprotegido el rebaño. Y se huye de muchas maneras: tratando de negar la dimensión de las denuncias presentadas, no escuchando a las víctimas, ignorando el daño causado en los que sufren los abusos, trasladando a los acusados a otros sitios donde estos siguen abusando o tratando de llegar a compromisos monetarios para comprar el silencio", afirmó.
El Cardenal Salazar señaló que en los últimos tiempos "es mucho lo que hemos hecho para enfrentar la crisis de los abusos" y agradeció "la insistencia valiosa de las víctimas y la presión ejercida por los medios de comunicación" que han permitido a la Iglesia afrontar como se ha hecho "esta crisis vergonzosa".
"Es tan hondo el daño causado, es tan profundo el dolor infligido, son tan inmensas las consecuencias de los abusos que han sucedido en la Iglesia que nunca podremos decir que hemos hecho todo lo que es posible hacer y nuestra responsabilidad nos lleva a trabajar todos los días para que nunca más en la Iglesia se presenten abusos y para que los que eventualmente se presenten reciban el castigo y la reparación que exigen", aseguró.
Asimismo, el Cardenal colombiano citó la carta apostólica del Papa Francisco "Como una madre amorosa", que presenta "la exigencia de la actuación del obispo y de su remoción en caso de una negligencia grave comprobada en estos casos".
En este sentido, el Purpurado aseguró que se requiere "una conversión que llegue hasta lo profundo de nuestro actuar eclesial" y agregó que "el encuentro que estamos viviendo es un signo claro y una oportunidad real para crecer en este espíritu de comunión".
Responsabilidad del obispo
Entre las responsabilidades del obispo a la luz de las denuncias de abusos sexuales por parte de los clérigos, el Cardenal Salazar aseguró que "la cercanía del obispo se hace imprescindible" y remarcó que "toda denuncia debe desencadenar enseguida los procedimientos que están indicados tanto en el derecho canónico como en el derecho civil de cada nación, según las líneas-guía marcadas por cada conferencia episcopal".
"Nos ayudará distinguir siempre entre pecado sometido a la misericordia divina, crimen eclesial sometido a la legislación canónica y crimen civil sometido a la legislación civil correspondiente. Son campos que no se deben confundir y que, cuando se distinguen y separan convenientemente, nos permiten actuar con plena justicia", insistió.
También recordó que está claro que "cualquier negligencia de nuestra parte nos puede acarrear penas canónicas, incluso la remoción del ministerio, y penas civiles que pueden llegar hasta ser condenados a prisión por encubrimiento o complicidad".
En el contexto de la cercanía con las víctimas de abusos, el Cardenal Salazar dijo que "el primer deber es escucharlas. Uno de los pecados originales cometidos al inicio de la crisis fue precisamente no haber escuchado con apertura de corazón a aquellos que denunciaban haber sido abusados por clérigos", e indicó que se empieza "por no minimizar el daño causado y el dolor producido".
"No hay duda de que a veces se orquestan acusaciones. No hay duda tampoco que en muchas ocasiones se ha tratado de reducir la reparación de las víctimas a una indemnización monetaria sin tener en cuenta el verdadero alcance de esa reparación. Y no hay duda de que también en muchas ocasiones, hemos cedido a la tentación de tratar de arreglar con dinero situaciones insostenibles para acallar el posible escándalo", señaló.
Por ello, el Purpurado dijo que la "responsabilidad seria y grave" que corresponde es la reparación de las víctimas. "El dinero no puede nunca reparar el daño causado, pero se hace necesario en muchos casos para que las víctimas puedan seguir los tratamientos psicoterapéuticos que necesitan y que generalmente son muy costosos", remarcó.
Al finalizar, el Cardenal Salazar recordó que San Juan Pablo II afirmó en un discurso a los cardenales estadounidenses en 2002 que "tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa."
De este modo, el Arzobispo de Bogotá esperó que "con la ayuda del Señor y con nuestra docilidad a su gracia vamos a lograr que esta crisis lleve a una profunda renovación de toda la Iglesia" con obispos, sacerdotes, consagrados y un pueblo de Dios más santo, "en donde los niños y adolescentes, y todas las personas, encuentren siempre un lugar seguro que propicien su crecimiento humano y la vivencia de la fe. Así contribuiremos a erradicar la cultura del abuso en el mundo en que vivimos".