El Papa Francisco pidió este jueves 7 de febrero una mayor humanización de las cárceles, y pidió a los operadores penitenciarios que trabajen para que las prisiones sean lugares de reinserción.
Durante la audiencia que concedió en el Vaticano al personal del centro penitenciario romano de Regina Coeli, el Santo Padre afirmó que "las cárceles necesitan humanizarse cada vez más", pues es doloroso escuchar "que muchas veces se las considera lugares de violencia e ilegalidad, donde abundan las maldades humanas".
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También pidió que no se olvide "que muchos presos son pobre gente, no tienen referencias, no tienen seguridad, no tienen familia, no tienen los medios para defender sus derechos, están marginados y abandonados a su destino. Para la sociedad los reclusos son individuos incómodos, son un descarte, una carga. Es doloroso, pero el inconsciente colectivo nos conduce a ello".
Sin embargo, dijo que "la experiencia muestra que la cárcel, con la ayuda de los operadores penitenciarios, puede convertirse verdaderamente en un lugar de rescate, de resurrección y de cambio de vida; y todo esto es posible a través de itinerarios de fe, de trabajo y de formación profesional, pero sobre todo de cercanía espiritual y de compasión, siguiendo el ejemplo del buen samaritano, que se inclinó para cuidar a su hermano herido".
Francisco aseguró que "esta actitud de proximidad, que encuentra su raíz en el amor de Cristo, puede favorecer en muchos reclusos la confianza, la conciencia y la certeza de ser amados".
Además, "la pena, cualquier pena, no puede estar cerrada; debe tener siempre 'la ventana abierta' para la esperanza, sea por parte de la cárcel que de cada persona. Cada uno debe tener siempre la esperanza de la reinserción parcial. Pensemos en los condenados a cadena perpetua, ellos también".
La prisión "es un lugar de pena en el doble sentido de castigo y sufrimiento, y necesita mucha atención y humanidad. Es un lugar donde todos, la policía penitenciaria, los capellanes, los educadores y voluntarios, están llamados a la difícil tarea de curar las heridas de quienes, debido a los errores cometidos, se encuentran privados de la libertad personal".
Para el Pontífice "es bien sabido que una buena colaboración entre los diferentes servicios en la prisión es un gran apoyo para la rehabilitación de los reclusos. Sin embargo, debido a la falta de personal y al hacinamiento crónico, esa tarea laboriosa y delicada corre el riesgo de verse en parte frustrada".
Lamentó que "el estrés laboral causado por los apretados turnos y, a menudo, la distancia de las familias son factores que pesan sobre un trabajo que ya implica un cierto esfuerzo psicológico".
Por lo tanto, dijo el Papa a los operadores penitenciarios, "figuras profesionales como las vuestras necesitan un equilibrio personal y motivaciones válidas constantemente renovadas; de hecho, no solo estáis llamados a garantizar la custodia, el orden y la seguridad de la institución, sino también, a menudo, a curar las heridas de los hombres y mujeres que encontráis a diario en sus secciones".
El Papa Francisco finalizó su discurso asegurando que "estoy muy cerca de los reclusos y de las personas que trabajan en las cárceles. Mi afecto y mi oración para que contribuyáis con vuestro trabajo a hacer que la prisión, lugar de dolor y sufrimiento, sea también un laboratorio de humanidad y esperanza".