El Papa Francisco hizo un llamado a los cristianos, durante el rezo del Ángelus este domingo 3 de febrero en la Plaza de San Pedro del Vaticano, a vivir su fe en Dios y no en los milagros.
El Santo Padre recordó que "hoy el mundo necesita ver en los discípulos del Señor a profetas, es decir, a personas valientes y perseverantes a la hora de responder a la vocación cristiana".
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"Personas que siguen el impulso del Espíritu Santo que los empuja a anunciar esperanza y salvación a los pobres y a los excluidos; personas que siguen la lógica de la fe y no de los milagros; personas dedicadas al servicio de todos, sin privilegios no exclusiones. En pocas palabras: personas que se abren a acoger en sí mismas la voluntad del Padre y se esfuerzan en testimoniarla fielmente a los demás".
Para ilustrar estas afirmaciones, el Pontífice recurrió a la lectura de este domingo, del Evangelio de Lucas. En el fragmento evangélico en el que Jesús se presenta como el Cristo, el enviado del Padre, ante sus conciudadanos de Nazaret en la sinagoga local.
Ellos, que únicamente veían en Él al hijo de José, reclamaban un milagro, "pero Jesús no quiere y no puede aceptar esa lógica, porque no corresponde al plan de Dios: Dios quiere la fe, ellos quieren milagros; Dios quieren la salvación de todos, ellos quieren un Mesías para su provecho propio".
"Y para explicar la lógica de Dios, Jesús pone de ejemplo a los dos grandes profetas antiguos: Elías y Eliseo, que Dios había mandado a curar y a salvar a personas no hebreas, de otros pueblos, pero que eran fieles a su palabra".
Francisco narró cómo "ante esta invitación a abrir los corazones a la gratuidad y a la universalidad de la salvación, los ciudadanos de Nazaret se rebelan, y además adquieren una actitud agresiva que degenera hasta el punto de que se alzaron, y expulsándolo de la ciudad y subiéndolo a lo alto de un monte, trataron de lanzarlo al vacío".
"Este Evangelio", señaló el Papa, "nos muestra que el ministerio público de Jesús, comienza con un rechazo y con una amenaza de muerte, paradójicamente, por parte de sus propios conciudadanos".
"Jesús, al vivir la misión que le fue confiada por el Padre, sabe bien que debe afrontar la fatiga, el rechazo, la persecución y la desconfianza". Se trata de "un precio que, ayer como hoy, la profecía auténtica está llamada a pagar".
Sin embargo, "este duro rechazo no desanima a Jesús, sino que le impulsa al camino y a la fecundidad de su acción profética. Él va adelante por su camino, confiando en el amor del Padre".
El Papa finalizó su enseñanza previa al rezo del Ángelus pidiendo a la Virgen "que podamos crecer y caminar con el mismo ardor apostólico por el Reino de Dios que animó la misión de Jesús".