El Arzobispo de Barcelona (España), Cardenal Juan José Omella, explicó en su carta pastoral los graves riesgos que se corren al "perder los escrúpulos y considerar a las personas una mera mercancía", y animó a romper el "gran silencio" sobre el gran drama de la trata de personas.
El Arzobispo de Barcelona aseguró en su carta semanal que al vivir en un mundo globalizado, donde todo se mueve a gran velocidad, también se acelera el deseo de gastar dinero a costa de lo que sea, "hasta el punto de perder los escrúpulos y considerar a las personas una mera mercancía".
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"Tenemos muchos ejemplos extremos de esta falta de estima y sensibilidad hacia el ser humano. La explotación y el tráfico de personas es un ejemplo y una triste realidad, que a veces no queremos ver", precisó.
En ese sentido el Purpurado aseguró que según la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen Organizado, existen diversas formas de explotación humana que vulneran los derechos fundamentales de las personas: la mendicidad, los matrimonios forzados o fraudulentos, el tráfico de órganos.
Sin embargo precisó que "la explotación sexual, conjuntamente con la explotación laboral, es la más extendida" y apuntó que según la Oficina de las Naciones Unidas, "la prostitución y el turismo sexual son el segundo negocio del mundo por el dinero que mueve, después del tráfico de drogas".
"El mercadeo con seres humanos es una actividad económica ilegal, que a menudo observamos desde la distancia, aunque la tenemos muy cerca. Tristemente hay un gran silencio sobre este gran drama que afecta directamente a muchas personas, pero que, en realidad, también afecta a toda la sociedad", subrayó el Cardenal Omella.
Señaló que "la explotación sexual es difícil de identificar porque estamos hablando de personas, la mayoría mujeres, que han sido captadas y forzadas a ejercer la prostitución bajo amenazas, el uso de la fuerza u otras formas de coacción que ponen en peligro la propia vida o la de sus familiares".
Precisamente por estar involucrada su familia, "a las víctimas les resulta muy difícil expresar y explicar la situación que padecen", asegura el Purpurado y subraya que se calcula que "en la ciudad de Barcelona el 90% de las mujeres que ejercen la prostitución son inmigrantes, la mayoría víctimas potenciales del tráfico de seres humanos. Muchas de ellas malviven por las calles, carreteras y pisos de toda la ciudad, donde se hace aún más difícil el acceso y la detección de explotación".
Ante esta dramática situación, el Cardenal agradeció el trabajo que realizan "de manera discreta y tenaz entidades de Iglesia especializadas en atender a estos colectivos, como es el caso de la congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor y las Hermanas Adoratrices".
Según explica, desde hace unos treinta años estas instituciones atienden a mujeres "que viven en contextos de prostitución y/o que son víctimas de trata con fines de explotación sexual".
"No es una misión sencilla, pero trabajan por la construcción de espacios de acogida, de protección y de promoción humana que favorezcan la autonomía, la libertad, la realización personal y la integración a nivel social y laboral de estas hermanas nuestras", precisó el Purpurado.
Además aseguró que "trabajan también en la transformación de las estructuras sociales que generan exclusión, injusticia, estigmatización y explotación, realizando acciones de denuncia y de sensibilización sobre su situación".
El Cardenal hizo un llamamiento para que "esta realidad silenciada nos sacuda y conmueva" y animó a que "en la medida que podamos, no seamos cómplices de este silencio". "Hagamos que las víctimas de cualquier tipo de explotación no vivan más en la oscuridad. Démosles luz y esperanza", pidió.