El Papa Francisco reiteró "el compromiso de la Iglesia con la causa de la abolición" de la pena de muerte pues es "contraria al Evangelio", y rechazó también la cadena perpetua que impide "la posibilidad de una redención moral y existencial".

En una audiencia concedida a los miembros de una Delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, a los que recibió en el Vaticano este lunes 17 de diciembre, el Santo Padre recordó que sus palabras contra la pena de muerte que pronunció en s discurso ante el Congreso de los Estados Unidos el 24 de septiembre de 2015 siguen plenamente vigentes.

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Señaló que la pena de muerte es contraria al Evangelio "porque implica suprimir una vida que es siempre sagrada a los ojos del Creador y de la cual solo Dios es verdadero juez y garante".

Francisco señaló que el compromiso de la Iglesia contra la pena de muerte se sustenta en "la certeza de que cada vida es sagrada y que la dignidad humana debe ser custodiada sin excepciones".

Asimismo, el Pontífice no dudó en hacer autocrítica y lamentó que en el pasado "incluso en el Estado Pontificio se ha recurrido a esta forma inhumana de castigo, ignorando la primacía de la misericordia sobre la justicia".

En este sentido, subrayó que la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, en la que se declara "inadmisible" la pena de muerte, en cualquier caso, "implica asumir también nuestra responsabilidad sobre el pasado y reconocer que la aceptación de esa forma de castigo fue consecuencia de una mentalidad de la época, más legalista que cristiana, que sacralizó el valor de leyes carentes de humanidad y misericordia".

"La reforma del texto del Catecismo en el punto dedicado a la pena de muerte no implica contradicción alguna con la enseñanza del pasado, pues la Iglesia siempre ha defendido la dignidad de la vida humana", puntualizó.

Sin embargo, "el desarrollo armónico de la doctrina impone la necesidad de reflejar en el Catecismo que, sin perjuicio de la gravedad del delito cometido, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es siempre inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona".

Por otra parte, el Papa en su discurso no sólo se mostró contrario a la pena de muerte, sino que también rechazó las penas perpetuas "que quitan la posibilidad de una redención moral y existencial, a favor del condenado y en el de la comunidad".

Según señaló, "son una forma de pena de muerte encubierta". "Dios es un Padre que siempre espera el regreso del hijo que, sabiendo que se ha equivocado, pide perdón e inicia una nueva vida. A nadie, entonces, puede quitársele la vida ni la esperanza de su redención y reconciliación con la comunidad".

Al igual que la Iglesia expresa así su compromiso para acabar con la pena de muerte, el Papa aseguró que "es necesario que en el concierto de las naciones se asuma un compromiso semejante".