El Papa Francisco aseguró hoy que "vivir el Adviento es 'optar por lo inédito', por lo nuevo, es aceptar el buen revuelo de Dios y de sus profetas", y alentó a los cristianos a ser "atrevidos" al soñar.
En su audiencia con cerca de 6.500 peregrinos de las diócesis italianas de Ugento-Santa Maria di Leuca y de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi, el Santo Padre señaló que "el que se entristece se queda solo, habla mal de todos, chismorrea aquí y allá. Tiene el corazón triste".
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"El chismoso, la chismosa, tienen el corazón triste", dijo, y "el que se entristece se queda solo, no tiene amigos y ve únicamente problemas; ve solamente el lado oscuro de la vida. Quizás todo es hermoso, todo blanco, todo luminoso, pero él o ella ven la mancha, ven la sombra, lo negativo".
"A veces, cuando encuentro personas así, que viven siempre tristes y criticando, pienso ¿Pero que tienes en las venas, sangre o vinagre?", cuestionó.
Ante esto, el Papa alentó a dejar de quejarse, y en lugar de caer en la tristeza pidió "hacer lo contrario: consolar, ayudar".
El Santo padre recordó que "esta noche comienza un tiempo de consuelo y esperanza, el tiempo de Adviento: comienza un nuevo año litúrgico, que trae consigo la novedad de nuestro Dios, que es el 'Dios de toda consolación'".
"Hemos nacido para estar con el Señor. Cuando dejamos entrar a Dios, llega la novedad verdadera. El renueva, desplaza, siempre sorprende: es el Dios de las sorpresas".
"A mí me gusta pensar en San José. Él, un hombre bueno, se durmió y le cambiaron los planes. Se durmió otra vez y le volvieron a cambiar los planes. Va a Egipto, se duerme otra vez, y regresa de Egipto. ¡Que sea Dios el que nos cambia los planes con nuestra alegría!".
El Santo Padre señaló que "es hermoso esperar la novedad de Dios en la vida: no vivir de esperas, que quizás no se hagan realidad, sino vivir en espera, es decir, desear al Señor que siempre trae novedad. Es importante saberlo esperar".
Además, destacó, "los cristianos estamos llamados a preservar y difundir la alegría de esperar: esperamos a Dios que nos ama infinitamente y, al mismo tiempo, somos esperados por Él. Vista así, la vida se convierte en un gran noviazgo".
"Si tú lo echas, el Señor se queda a la puerta, esperando, a la espera de que lo dejes entrar otra vez. No echemos nunca al Señor de nuestra vida. Él está siempre esperando estar con nosotros".
"Si el miedo te hace tirarte al suelo, el Señor te invita a levantarte. Si la negatividad te empuja a mirar hacia abajo, Jesús nos invita a dirigir nuestra mirada al cielo, de donde vendrá. Porque no somos hijos de miedo, sino hijos de Dios", dijo.
El Papa aseguró que "el Señor nos llama a cada uno de nosotros a salir al mar abierto. No quiere que seamos los revisores del muelle ni a los guardianes del faro, sino los navegantes confiados y valientes, que siguen las rutas desconocidas del Señor, lanzando las redes de la vida sobre su palabra".
"Una vida 'privada', privada de riesgos y llena de miedo, que se protege a sí misma, no es una vida cristiana. Es una vida sin fecundidad".
"No estamos destinados a sueños tranquilos, sino a sueños atrevidos", señaló.