Los obispos deben ser "humildes, mansos, servidores y no príncipes", así lo aseguró el Papa Francisco durante la Misa celebrada este lunes 12 de noviembre en la Casa Santa Marta, su residencia en el Vaticano.
Por el contrario, siguiendo las indicaciones de San Pablo en su Carta a Tito, el Santo Padre afirmó que un obispo no puede ser arrogante, ni soberbio, ni colérico, no debe estar atado al dinero ni dedicarse a los negocios.
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"Aunque tuviera uno solo de esos defectos, ese obispo sería una calamidad para la Iglesia". Un Obispo "debe ser capaz de dar hospitalidad, de amar el bien, debe ser sensato, justo, santo, dueño de sí mismo, fiel a la Palabra digna de fe que le ha sido enseñada".
Francisco explicó en su homilía que el obispo "es un administrador de Dios, no de bienes, de poder…, no: de Dios".
El obispo "siempre debe corregirse a sí mismo y preguntarse: ¿Soy un administrador de Dios, o soy un hombre de negocios? El obispo es un administrador de Dios. Debe ser irreprochable. Esta palabra, 'irreprochable', es la misma que Dios le pidió a Abraham: 'Camina en mi presencia y se irreprochable'. Es una palabra fundacional".
El Papa concluyó su homilía afirmando que "en la Iglesia no se puede poner orden sin esa actitud de los obispos".
Lectura comentada por el Papa Francisco:
Tito 1:1-9
1 Pablo, siervo de Dios, apóstol de Jesucristo para llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad que es conforme a la piedad,
2 con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente,
3 y que en el tiempo oportuno ha manifestado su Palabra por la predicación a mí encomendada según el mandato de Dios nuestro Salvador,
4 a Tito, verdadero hijo según la fe común. Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.
5 El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.
6 El candidato debe ser irreprochable, casado una sola vez, cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje ni de rebeldía.
7 Porque el epíscopo, como administrador de Dios, debe ser irreprochable; no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios;
8 sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí.
9 Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen.