El Arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Estados Unidos, publicó una tercera carta abierta sobre el escándalo de abusos sexuales que rodea al Arzobispo Emérito de Washington, Theodore McCarrick.
En su nueva misiva, fechada el 19 de octubre, Mons. Viganò aseguró que "invoqué a Dios como mi testigo de la verdad de mis afirmaciones, y ninguna se ha probado falsa".
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"Testifiqué plenamente consciente de que mi testimonio causaría alarma y consternación a muchas personas eminentes: hombres de Iglesia, compañeros obispos, colegas con los que he trabajado y rezado. Sabía que muchos se sentirían heridos y traicionados".
Para Mons. Viganò, "lo más doloroso de todo es que sabía que muchos de los fieles inocentes estarían confundidos y desconcertados por el espectáculo de un obispo acusando a sus colegas y superiores con crimen, pecado sexual y grave negligencia del deber".
El exnuncio, de 77 años, publicó el 25 de agosto su primera carta pública, responsabilizando a sacerdotes, obispos y cardenales de conocer y encubrir las acusaciones de abusos e inconductas sexuales de McCarrick con seminaristas.
En ese documento, Mons. Viganò acusó al Papa Francisco de conocer las acusaciones y de no actuar. Por el contrario, según el exdiplomático del Vaticano, el Santo Padre retiró supuestas sanciones que habrían sido impuestas a McCarrick por Benedicto XVI, y lo habría convertido en su "consejero de confianza".
El 26 de agosto, en el vuelo que lo llevaba de regreso de Irlanda a Roma, el Papa Francisco se pronunció sobre la carta del exnuncio: "Yo no diré una palabra sobre esto, creo que el comunicado habla por sí mismo y ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar sus conclusiones".
Mons. Viganò reiteró sus acusaciones en una segunda carta publicada el 27 de septiembre.
El 7 de octubre, el Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, respondió las acusaciones de Mons. Viganò y negó que el Papa Francisco haya sabido sobre las supuestas sanciones que habría impuesto Benedicto XVI a McCarrick.
La acusación realizada por el exnuncio contra el Papa, aseguró el Cardenal Ouellet, "me resulta increíble e inverosímil desde todo punto de vista".
"Tras reexaminar los archivos, constato que no hay documentos en relación a esto firmados por uno u otro Papa, ni hay registrada audiencia de mi predecesor, el Cardenal Giovanni Battista Re, que diera un mandato de obligación del Arzobispo emérito McCarrick de silencio y una vida privada, con el rigor de pena canónica. El motivo es que no se disponía entonces, a diferencia de hoy, de pruebas suficientes de su presunta culpabilidad. De allí la posición de la Congregación inspirada en la prudencia y las cartas de mi predecesor y mías que pedían, a través del Nuncio Apostólico Pietro Sambi y luego a través de ti, un estilo de vida discreto de oración y penitencia por su mismo bien y por el de la Iglesia".
Para el purpurado, las cartas de Mons. Viganò forman parte de "un montaje político que no tiene un fundamento real para incriminar al Papa, y afirmo que eso hiere profundamente la comunión de la Iglesia".
En su tercera carta, el exnuncio señaló que la respuesta del Cardenal Ouellet "me confirma en mi decisión y, aún más, sirve para reivindicar mis afirmaciones, por separado y en conjunto".
De acuerdo a Mons. Viganò, el Cardenal Ouellet le da la razón en que "habló conmigo sobre la situación de McCarrick antes de que yo partiera hacia Washington para comenzar mi puesto como nuncio", y que "me comunicó por escrito las condiciones y restricciones impuestas a McCarrick por el Papa Benedicto".
Según el exnuncio, el Prefecto de la Congregación para los Obispos le dio la razón en su carta sobre la existencia de restricciones que prohibían a McCarrick "viajar o hacer apariciones públicas".
Además, "el Cardenal Ouellet admite que la Congregación para los Obispos, por escrito, primero a través del nuncio (Pietro) Sambi y luego otra vez a través mí, exigió a McCarrick llevar una vida de oración y penitencia".
Mons. Viganò señaló además que si bien las medidas que habrían sido decretadas por Benedicto XVI "no fueron técnicamente 'sanciones', sino provisiones, 'condiciones y restricciones'", esta diferencia es "puro legalismo", pues "desde un punto de vista pastoral son exactamente lo mismo".
El exnuncio lamentó en su carta que "denunciar la corrupción homosexual y la cobardía moral que permite que florezca no es recibido con felicitaciones en nuestros tiempos, ni siquiera de las altas esferas de la Iglesia".
"No me sorprende que al llamar la atención sobre estas plagas yo sea acusado de deslealtad hacia el Santo Padre y de fomentar una rebelión abierta y escandalosa".
"Sin embargo, la rebelión implicaría instar a otros a derrocar al papado. No estoy instando a tal cosa. Rezo todos los días por el Papa Francisco", aseguró. "Le estoy pidiendo, de hecho rogando fervientemente, al Santo Padre que haga frente a los compromisos que él mismo asumió al asumir su cargo como sucesor de Pedro".
"Él tomó sobre sí la misión de confirmar a sus hermanos y guiar a todas las almas en seguir a Cristo, en combate espiritual, en el camino de la cruz. Déjenlo admitir sus errores, arrepentirse, mostrar su voluntad de seguir el mandato dado a Pedro y, una vez convertido, déjenlo confirmar a sus hermanos", dijo.
Al finalizar su carta, Mons. Viganò hizo nuevamente un llamado a "mis hermanos obispos y sacerdotes que saben que mis declaraciones son verdaderas y que pueden testificarlo, o que tienen acceso a documentos que pueden poner el asunto más allá de toda duda".
Si deciden hablar, aseguró, "pueden confiar en Aquel que nos dijo 'la verdad los hará libres'".