El Arzobispo de Filadelfia (Estados Unidos), Mons. Charles Chaput, dio a conocer una crítica preparada por un "respetado teólogo norteamericano" del documento de trabajo o instrumentum laboris (IL) del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes que se realizará del 3 al 28 de octubre en el Vaticano.
El pasado 19 de junio el Vaticano presentó el IL del Sínodo de los Obispos sobre "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", redactado con el aporte de algunos representantes del mundo juvenil. El texto tiene 214 numerales y trata diversos temas como las relaciones familiares, el aumento de las familias monoparentales, la violencia, los abusos sexuales, la pederastia, el desempleo, el papel de la mujer y la homosexualidad, entre otros.
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Al respecto, Mons. Chaput publicó la crítica en un artículo titulado "Thoughts on the Instrumentum Laboris" (Reflexiones sobre el Instrumentum Laboris) en la revista First Things el 21 de septiembre.
La crítica, explica el Arzobispo que ha solicitado al Papa Francisco la cancelación del Sínodo, la recibió "de un respetado teólogo norteamericano" al que no identifica, pero precisa que "es el análisis de una persona con el que uno puede discrepar. Sin embargo es lo suficientemente consistente para tenerla en cuenta".
Las "principales dificultades teológicas" están expuestas en cinco puntos, siendo la primera el "naturalismo". Sobre el tema, la crítica señala que "el IL muestra un especial acento en elementos socioculturales, excluyendo asuntos más profundos de índole religiosa y moral. Aunque el documento expresa el deseo de 'releer' las realidades concretas a la 'luz de la fe y la experiencia de la Iglesia', el IL simplemente fracasa en el intento".
El numeral 52, prosigue el texto, "luego de una discusión de la concepción contemporánea instrumentalizada del cuerpo y sus efectos en 'la sexualidad precoz, la promiscuidad sexual, la pornografía digital, la exhibición del propio cuerpo on line y el turismo sexual', solo lamenta que desfigure 'la belleza y la profundidad de la vida afectiva y sexual', sin hacer mención de la desfiguración del alma, la consecuente ceguera espiritual ni del impacto en la recepción del evangelio por parte del que es así herido".
En el numeral 144, indica la crítica, "se discute mucho sobre lo que los jóvenes quieren, pero poco sobre cómo estos deseos tienen que transformarse por la gracia en una vida que se conforme a la voluntad de Dios".
"Tras páginas de análisis de sus condiciones materiales, el IL no ofrece ninguna guía sobre cómo estas preocupaciones materiales pueden ser elevadas y orientadas hacia su fin sobrenatural".
En ningún lugar, prosigue el texto, el IL alienta a superar las pequeñas certezas o la incertidumbre "con la gran certeza de que hay un Dios que ama a todos y que quiere su bien eterno".
"El naturalismo también se evidencia en la preocupación del documento respecto a los siguientes temas: globalización, defensa del rol de la Iglesia de crear 'ciudadanos responsables' en vez de santos (…), promoción del 'compromiso social y político' como una 'verdadera vocación'", entre otros. "La esperanza del evangelio ciertamente hace falta", indica la crítica.
Una segunda dificultad que se advierte en el IL "es una inadecuada comprensión de la autoridad espiritual de la Iglesia" ya que todo el documento conlleva la premisa de que "el principal rol de la Iglesia magisterial es 'escuchar'".
Más problemático aún es lo que indica el numeral 140 cuando señala que "la Iglesia tiene que asumir el diálogo como estilo y método, fomentando la conciencia de la existencia de vínculos y conexiones en una realidad compleja (…). Ninguna vocación, especialmente dentro de la Iglesia, puede situarse fuera de este dinamismo de salida y diálogo".
En otras palabras, precisa la crítica, con esta aproximación "la Iglesia no posee la verdad y tiene que ocupar su lugar junto a otras voces. Los que tienen el rol de maestro y predicador en ella" como los sacerdotes "tienen que reemplazar su autoridad con diálogo". De suceder algo así, alerta, "nos convertiríamos en luteranos", renunciando además a la tarea de la enseñanza que le es propia a los católicos.
La tercera dificultad, continúa la crítica, es la constatación de una "antropología teológica parcial": "La discusión sobre la persona humana en el IL no menciona la voluntad. De esa manera, como en el numeral 147, la persona humana es reducida en muchas partes a 'intelecto y deseo' o a 'razón y afectividad'".
"Sin embargo la Iglesia enseña que el hombre, creado a imagen de Dios, posee un intelecto y una voluntad, si bien comparte con el resto del reino animal un cuerpo, (…). Pero es la voluntad la que se dirige al bien. La consecuencia teológica de esta clara omisión es sumamente importante ya que la base de la vida moral está en la voluntad y no en las vicisitudes de los afectos".
La cuarta dificultad teológica del IL que explica el teólogo norteamericano es la "concepción relativista de la vocación". En todo el "documento se tiene la impresión de que las preocupaciones por la vocación tienen que ver con la búsqueda de un significado y una verdad privados".
Por ejemplo, en el numeral 129 el IL menciona algo a lo que se llama "la propia forma de santidad" o "la propia verdad". "Esto es relativismo", precisa la crítica.
En el numeral 139, la redacción lleva a considerar que "la Iglesia no puede proponer una verdad singular a la gente sino que cada cual debe decidir por sí mismos. De ese modo el rol de la Iglesia sería solo el de acompañamiento".
La quinta dificultad tiene que ver con "un pobre entendimiento de la alegría cristiana".
"La alegría parece ser un estado puramente afectivo, una emoción feliz, algo que se basa en el cuerpo o en el amor humano (numeral 76), o a veces en el compromiso social (numeral 90). Pese a su constante referencia a la 'alegría', en ningún lugar el IL la describe como el fruto de la virtud teológica de la caridad, y tampoco se explica esta como el orden adecuado del amor, poniendo a Dios primero y reordenando todos los amores en referencia a Él".
La consecuencia teológica de esto es que "el IL carece de cualquier teología de la alegría de la Cruz cristiana". Además, el IL "da la impresión de que el verdadero cristiano estará 'feliz' siempre, lo que lleva al error de que la vida espiritual será siempre el resultado de una alegría afectiva".
Además de estas consideraciones, concluye la crítica, "hay otras serias preocupaciones teológicas en el IL, incluyendo un falso entendimiento de la conciencia y su rol en la vida moral, una falsa dicotomía entre verdad y libertad, una falsa equivalencia entre diálogo con los jóvenes LGBT y el diálogo ecuménico; y un trato insuficiente de los escándalos de abusos".