El Papa Francisco se encontró con los jóvenes lituanos en la plaza de la Catedral de Vilna este sábado 22 de septiembre durante su viaje a los países bálticos y les animó a seguir a Jesús: "¡Vale la pena seguir a Cristo!", exclamó.
El Santo Padre aseguró que "seguir a Jesús es una aventura apasionante, que llena nuestra vida de sentido, que nos hace sentir parte de una comunidad que nos anima y acompaña, que nos compromete a servir".
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Les animó a no tener miedo, "a formar parte de la revolución a la que Él nos invita: la revolución de la ternura".
El Pontífice indicó que para alcanzar la salvación es necesario apoyarse en la comunidad. "El Señor nos salva haciéndonos parte de un pueblo", explicó.
"Nadie puede decir 'yo me salvo solo', estamos todos interconectados, 'en red'. Dios quiso entrar en esta dinámica de relaciones y nos atrae hacia sí en comunidad, dando pleno sentido de identidad y pertenencia a nuestra vida".
Insistió: "No permitáis que el mundo os haga creer que es mejor caminar solos. No cedáis a la tentación de ensimismaros, de volveros egoístas o superficiales ante el dolor, la dificultad o el éxito pasajero. Volvamos a afirmar que 'lo que le pasa al otro, me pasa a mí', vayamos contra la corriente de ese individualismo que aísla, que nos vuelve egocéntricos y vanidosos, preocupados solamente por la imagen y el propio bienestar".
También les exhortó a apostar "por la santidad desde el encuentro y la comunión con los demás, atentos a sus necesidades. Nuestra verdadera identidad supone la pertenencia a un pueblo. No existen identidades 'de laboratorio', ni identidades 'destiladas'".
"Cada uno de nosotros conoce la belleza y también el cansancio, y muchas veces el dolor de pertenecer a un pueblo. Aquí radica nuestra identidad, no somos personas sin raíces".
El Papa también habló ante los jóvenes sobre la fuerza de la oración. "Es cierto que la oración puede ser una experiencia de 'batalla espiritual'", señaló. "Pero es allí donde aprendemos a escuchar al Espíritu, a discernir los signos de los tiempos y a recuperar las fuerzas para seguir anunciando el Evangelio hoy".
"¿De qué otro modo batallaríamos contra el desaliento ante las enfermedades y dificultades propias y ajenas, ante los horrores del mundo? ¿Cómo haríamos sin la oración para no creer que todo depende de nosotros, que estamos solos ante el cuerpo a cuerpo con la adversidad?".
Asimismo, reflexionó sobre la misericordia, la solidaridad con el prójimo, el "ayudar a otros". "Ver la fragilidad de otros nos ubica, nos evita vivir lamiéndonos las propias heridas".
En este sentido lamentó: "Cuántos jóvenes se van del país por falta de oportunidades, cuántos son víctimas de la depresión, el alcohol y las drogas. Cuántas personas mayores solas, sin nadie con quien compartir el presente y miedosas de que vuelva el pasado".
"Vosotros podéis responder a esos desafíos con vuestra presencia y con el encuentro entre vosotros y los demás. Jesús nos invita a salir de nosotros mismos, a arriesgar en el 'cara a cara' con los otros".
El Papa Francisco finalizó su discurso recordando que "la vida es siempre caminar buscando la dirección correcta, sin miedo a volver si me equivoqué. Lo más peligroso es confundir el camino con un laberinto: ese andar dando vueltas por la vida, sobre sí mismos, sin atinar por el camino que conduce hacia adelante. No seáis jóvenes de laberinto, del cual es difícil salir, sino jóvenes en camino".
Al finalizar el encuentro, el Santo Padre realizó una breve visita a la Catedral y rezó durante unos minutos delante del Sagrario.