El Papa Francisco recordó, durante la Audiencia General de este miércoles 12 de septiembre, que la verdadera libertad no consiste sólo en la capacidad de elegir, sino que la capacidad de amar es esencial para poder ser libres.
En su catequesis, el Papa se refirió a los diferentes tipos de esclavitud, ya sea interior o interior, que existen en la actualidad. "Están las restricciones externas, como las opresiones, las vidas secuestradas por la violencia y otros tipos de injusticia".
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Por otro lado, "existen las prisiones interiores como, por ejemplo, los bloques psicológicos, los complejos, los límites de carácter o de otro tipo".
Ante estas situaciones, el Santo Oadre se preguntó: "¿Existe reposo en estas condiciones? Un hombre recluso u oprimido, ¿puede ser libre? Y una persona atormentada por dificultades interiores, ¿puede ser libre?".
"Efectivamente, hay personas que, permaneciendo en la cárcel, viven una gran libertad de ánimo". Al mismo tiempo, "hay personas marcadas por grandes fragilidades interiores que, sin embargo, conocen el reposo de la misericordia y lo saben transmitir".
"La misericordia de Dios, te libera, y cuando te encuentras con la misericordia de Dios tienes una libertad grande y eres capaz de transmitirla. Por eso es importante abrirse a la misericordia de Dios, para dejar de ser esclavos de uno mismo".
Ante estas diferentes situaciones, "¿qué es, entonces, la verdadera libertad? ¿Quizás consiste en la posibilidad de elección? Ciertamente esta es una parte de la libertad, y nos esforzamos para que se garantice a todo hombre y mujer. Pero sabemos bien que poder hacer aquello que se desea no es suficiente para ser verdaderamente libres, no tampoco felices. La verdadera libertad es mucho más", aseguró Francisco.
"De hecho, –destacó el Papa– hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que una crisis de pánico, más que una imposición de cualquier género: la esclavitud del propio ego".
El Pontífice continuó: "El ego puede convertirse en un tormento que tortura al hombre esté donde esté, y que le produce la más profunda opresión, aquella que se llama 'pecado', que no es la violación trivial de un código, sino el fracaso de la existencia".
Frente al ego, el Papa situó el don del amor que se manifiesta en el tercer mandamiento: "El tercer mandamiento, que invita a celebrar con el reposo la liberación, para nosotros cristianos es la profecía del Señor Jesús, que destruye la esclavitud interior del pecado y hace al hombre capaz de amar".
"El amor verdadero es verdadera libertad: ayuda a desprenderse de las posesiones, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma en don alegre toda fatiga y capacita para la comunión. El amor da la libertad incluso en la cárcel, aunque se sea débil o se esté limitado".
El Papa concluyó: "Esta es la libertad que recibimos de nuestro Redentor, el Señor Jesucristo, que sabe vencer la esclavitud de nuestro corazón con su amor y su salvación. Él, que nos ha amado mientras estaba clavado en la Cruz, nos abre el camino por medio del mar de nuestros miedos y nos da la verdadera libertad. En Él cada hombre puede encontrar el reposo de la misericordia y de la verdad que nos hace libres".