La muerte de Ana Laura Almirón Riquelme, una niña de 6 años que esperaba un trasplante de corazón, alentó la redacción de un proyecto de ley de donación de órganos en Paraguay que permita dar vida a quienes aún tienen esperanza.
Ana Laura sufría de miocarditis dilatada por lo que un trasplante de corazón era la única posibilidad para seguir viviendo. A pesar de que hubo personas que podían ser donantes, las familias no quisieron ceder los órganos.
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De esta forma, la pequeña falleció el 10 de abril de 2013 luego de esperar casi dos años la llegada del corazón.
Sus padres, Luis Eugenio Almirón y María Elena Riquelme, no dudaron en donar las córneas de Anita y tampoco titubearon en iniciar una campaña para que la donación de órganos sea una realidad en el país.
Con ese aliento, la Cámara de Diputados aprobó el 5 de septiembre el proyecto que modifica la actual "Ley 1.264/98 de trasplantes de órganos y tejidos anatómicos humanos" y que es conocido ahora como "Ley Anita".
El documento estipula que toda persona mayor de 18 años será inscrita en forma automática como donante, sin necesidad de la autorización familiar o de un juez, a menos que haya dejado constancia explícita de su negativa para donar órganos.
El Arzobispado de Asunción manifestó que la aprobación de la "Ley Anita" será una concreción de la solidaridad del pueblo paraguayo sobre todo en tiempos difíciles.
"Según la doctrina de la Iglesia, no encontramos objeción alguna para llevar a cabo este gesto solidario de donación en vida, a fin de que otras personas mejoren o salven su vida", precisaron.
Para iluminar el tema, el Arzobispado recordó lo que dijo el Papa Emérito Benedicto XVI durante un encuentro organizado por la Pontificia Academia para la Vida en noviembre de 2008.
"La donación de órganos es una forma peculiar de testimonio de la caridad. En un tiempo como el nuestro, con frecuencia marcado por diferentes formas de egoísmo, es cada vez más urgente comprender cuán determinante es para una correcta concepción de la vida entrar en la lógica de la gratuidad", dijo entonces Benedicto XVI.
"En efecto, existe una responsabilidad del amor y de la caridad que compromete a hacer de la propia vida un don para los demás, si se quiere verdaderamente la propia realización. Como nos enseñó el Señor Jesús, sólo quien da su vida podrá salvarla", resaltó el Papa Emérito.
Asimismo, el Arzobispado de Asunción recordó que el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 476 establece que "el trasplante de órganos es moralmente aceptable con el consentimiento del donante y sin riesgos excesivos para él".
"Para el noble acto de la donación de órganos después de la muerte, hay que contar con la plena certeza de la muerte real del donante".
Por último, el Arzobispado de Asunción precisó que "cualquier manejo incorrecto de este acto, ya sea el tráfico de órganos o el descuido al digno trato del cuerpo humano, es contrario a la humanización y dignificación de las personas y las familias".