Cada 29 de agosto la Iglesia Católica recuerda al sacerdote mártir Dominik Jedrzejewski, beatificado en 1999 por San Juan Pablo II, en una ceremonia en la que pronunció una homilía que cobra especial actualidad por ser un llamado a la esperanza y la fidelidad para todos los hijos de la Iglesia.
El 13 de junio de 1999, el Papa peregrino beatificó en Varsovia, Polonia, al P. Jedrzejewski, como parte de un grupo de 108 mártires de la Segunda Guerra Mundial.
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“Su fe viva, su esperanza inquebrantable y su amor generoso les fueron reputados como justicia, porque estaban profundamente arraigados en el misterio pascual de Cristo. Así pues, con razón pedimos a Dios que nos conceda seguir fielmente a Cristo, como ellos”.
“Precisamente hoy –continuó el Santo Padre– estamos celebrando la victoria de los que, en nuestros tiempos, dieron la vida por Cristo; dieron la vida temporal, para poseerla por los siglos en su gloria. Es una victoria particular, porque la han conseguido representantes del clero y laicos, jóvenes y ancianos, personas de todas las clases y estados”.
“Si hoy nos alegramos por la beatificación de 108 mártires, clérigos y laicos, lo hacemos ante todo porque son un testimonio de la victoria de Cristo, el don que devuelve la esperanza. En cierto sentido, mientras realizamos este acto solemne se reaviva en nosotros la certeza de que, independientemente de las circunstancias, podemos obtener una plena victoria en todo, gracias a aquel que nos ha amado”.
Para concluir su homilía, San Juan Pablo II resaltó que “los beatos mártires nos dicen en nuestro corazón: Creed que Dios es amor. Creedlo en el bien y en el mal. Tened esperanza. Que la esperanza produzca como fruto en vosotros la fidelidad a Dios en cualquier prueba”.
Dominik Jedrzejewski nació en Kowal, Polonia, y fue el menor de seis hermanos. Ingresó en el seminario de Wloclawek y fue ordenado sacerdote el 18 de junio de 1911.
Sirvió en tres parroquias y fue capellán en una cárcel, prefecto de una secundaria local y se dedicó al trabajo con los jóvenes.
Fue arrestado el 26 de agosto de 1940 por los alemanes y enviado al campo de concentración de Sachsenhausen.
En diciembre de ese mismo año fue traslado al campo de concentración de Dachau, donde rechazó renunciar a su sacerdocio a cambio de su libertad.
Muy debilitado a causa de los duros trabajos que se le imponían, murió el 29 de agosto de 1942.
Mons. Franciszek Salezy Korszyński, Obispo Auxiliar de Wloclawek (Polonia), fallecido en 1962, escribió en sus memorias que el P. Jedrzejewski era recordado como un gran hombre que irradiaba bondad y tenía un carácter particularmente amable.
“Estuve con el Padre Dominik cuando era claro que se estaba muriendo; me tomó de la mano y me dijo: cuando el sacerdote abandone el campo, por favor vaya a Gosławice y dígale a mis feligreses que ofreceré mi vida por ellos”, escribió el Obispo.