El Papa Francisco lamentó, durante el rezo del Ángelus este domingo 8 de julio, que muchos cristianos viven como si Cristo no existiese.
El Santo Padre señaló que "la ausencia de fe es un obstáculo a la gracia de Dios", y aseguró que muchos cristianos "repiten los gestos y los signos de la fe, pero no se corresponden con una adhesión real a la persona de Jesús y a su Evangelio".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
En su enseñanza, Francisco se centró en el episodio evangélico en el que "Jesús regresa a Nazaret y empieza a enseñar en la sinagoga un sábado".
"Desde el momento en que había salido de Nazaret y comenzó a predicar por las aldeas y los pueblos vecinos, no había vuelto a poner un pie en su patria. Por lo tanto, había acudido todo el vecindario a escuchar a aquel hijo del pueblo cuya fama de sabio maestro y de poder curador se difundía por toda la Galilea y otras zonas", explicó el Pontífice.
Sin embargo, "aquello que podría considerarse como un éxito, se transformó en un clamoroso rechazo, hasta el punto que Jesús no pudo hacer ningún prodigio, tan solo algunas curaciones".
En el Evangelio de Marcos se narra la evolución de la actitud de los habitantes de Nazaret hacia Jesús. "La gente de Nazaret primero escucha y permanece asombrada. Después se preguntó perpleja: '¿De dónde le vienen estas cosas?', ¿esta sabiduría? Y finalmente se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, al hijo de María, que habían visto crecer".
Por ello, "Jesús concluye con la expresión convertida en proverbio: 'Un profeta solo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio'".
El Papa se preguntó: "¿Cómo es posible que los vecinos de Jesús pasen de la maravilla a la incredulidad? Ellos veían una contradicción entre los humildes orígenes de Jesús y sus capacidades actuales: es un carpintero, no tiene estudios, y, sin embargo, predica mejor que los escribas y hace milagros".
Los habitantes de Nazaret "en vez de abrirse a la realidad, se escandalizan. Según ellos, Dios es demasiado grande para humillarse y hablar por medio de un hombre tan sencillo. Es el escándalo de la encarnación: el evento desconcertante de un Dios hecho carne que piensa con mente de hombre, que trabaja y actúa con manos de hombre, ama, con corazón de hombre. Un Dios que se cansa, que come y duerme como uno de nosotros".
"El Hijo de Dios rompe todos los esquemas humanos –explicó el Papa–: no son los discípulos los que lavan los pies del Señor, sino que es el Señor el que lava los pies de los discípulos. Este es un motivo de escándalo y de incredulidad en toda época, también hoy".
Frente a esa actitud, "debemos esforzarnos por abrir el corazón y la mente, en acoger la realidad divina que acude a nuestro encuentro".
El Santo Padre aseguró que "el cambio introducido por Jesús obliga a sus discípulos de ayer y de hoy a un examen personal y comunitario. También en nuestros días, de hecho, puede suceder que nos nutramos de prejuicios que impidan acoger la realidad".
"El Señor nos invita hoy a asumir una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios con frecuencia se nos presenta de formas sorprendentes que no corresponden a nuestras expectativas".
El Papa puso de ejemplo a la Madre Teresa de Calcuta, "una religiosa pequeña, que iba por la calle recogiendo a los moribundos para que tuvieran una muerte humana. Y esta pequeña religiosa, con la oración y con sus obras hizo maravillas. La pequeñez de aquella mujer revolucionó las obras de la caridad en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días".
Antes de finalizar su enseñanza para rezar el Ángelus, Francisco afirmó que "cada cristiano, todos nosotros, cada uno de nosotros, está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de testimoniarla con una coherente conducta de vida cuyo hilo conductor sea siempre la caridad".