En una carta pastoral, el Obispo de Portsmouth en Inglaterra, Mons. Philip Egan, desafió a los católicos a que se reevalúe los cuidados paliativos de pacientes terminales en el país después de que un informe vinculara cientos de muertes de ancianos con el suministro de grandes dosis de analgésicos sin prescripción médica.
Un panel independiente informó el 20 de junio que al menos 450 pacientes en Gosport War Memorial Hospital murieron en medio de "un régimen institucionalizado de prescripción y administración de 'dosis peligrosas' de una combinación de medicamentos no clínicamente indicados o justificados, con pacientes y parientes desamparados en su relación con el personal profesional" entre 1989 y 2000.
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El informe agregó que hubo "desprecio por la vida humana" en el hospital.
Mons. Egan escribió el 29 de junio que "si bien las acciones para ser aprendidas en este caso serán muchas, parece claro que como sociedad necesitamos urgentemente revisar nuestro cuidado geriátrico y nuestro cuidado al final de la vida, especialmente en relación con los principios morales fundamentales".
Instó plegarias "por el descanso de los que murieron, por sus familias, por la justicia y la reconciliación" y extendió su "amor, simpatía y oraciones" a las familias afectadas.
Además, el obispo recordó la campaña en favor del suicidio asistido en la isla de Guernsey, y el caso de Alfie Evans, como evidencia de que "no podemos dejar decisiones incómodas a las cortes en solitario. Necesitamos retomar nuestros valores humanos básicos".
"Es por este motivo que desde hace mucho tiempo me he sentido incómodo con el concepto de 'calidad de vida' que parece otorgarle a los expertos y a los jueces un poder sobre la vida y la muerte de un individuo. Yo prefiero el término 'dignidad de vida' que nos recuerda el bien absoluto de la persona y su valor infinito", comentó el Obispo.
Si bien el Servicio Nacional de Salud es una "gran bendición", agregó que "siempre debemos estar atentos a las políticas, valores, prioridades y procedimientos que operan dentro de él".
Señaló el camino del Liverpool Care Pathway (LCP), las pautas para cuidados paliativos de pacientes terminales en Reino Unido desarrolladas en la década de 1990 y ampliamente utilizadas hasta que una revisión independiente condujo a su abandono en 2013.
Mons. Egan elogió las "nobles intenciones" de la LCP, pero agregó que en los ajetreados hospitales de Inglaterra, "la presión de ahorrar dinero y utilizar camas, junto con una emotiva empatía por los que sufren, podría sugerir la necesidad de acelerar la muerte".
"Necesitamos volver a lo básico. Como católicos, creemos que la vida desde la concepción hasta la muerte natural es un regalo de Dios. Es sagrado, por lo que cada persona en la tierra tiene una dignidad inviolable como creación de Dios. La fragilidad, el dolor y el sufrimiento son siempre una prueba difícil", dijo.
Ambos debemos unir estos sufrimientos con los de Cristo, y "recurrir a los doctores y las enfermeras con la esperanza de que puedan aliviar y sanar nuestra condición".
"De hecho, en el mundo de hoy, podemos agradecer a Dios por los asombrosos avances en la atención médica moderna, y no menos importante en los cuidados paliativos y el control del dolor al final de la vida", añadió el obispo.
Finalmente, resaltó tres puntos importantes comenzando con una exhortación a rezar diariamente "por nuestros médicos, enfermeras y profesionales de la salud, pidiéndole a Dios que bendiga y guíe el trabajo maravilloso y generoso que hacen".
"Ore también por los enfermos, los moribundos, los que están en el hospital y cualquier persona que sufra dolor mental, emocional o físico. Si un católico está gravemente enfermo, por favor llame al sacerdote para que le ofrezcan los sacramentos", agregó.
El obispo Egan luego recomendó a los pacientes terminales vivir sus últimas etapas en casa.
"Pregunte si es posible que se usen medicamentos que no retiren totalmente la conciencia y la oportunidad de orar y comunicarse con familiares y amigos. Como parientes más cercanos, insista con cuidado en participar en las decisiones. Podría ser apropiado pedir al personal una segunda opinión o una reevaluación del tratamiento", indicó.
Si bien la vida "no se puede prolongar indefinidamente, no es moralmente permisible hasta el último momento retirar la alimentación y la hidratación. Si el equipo médico sugiere que hay poco más que puedan hacer, ese es el momento, si no se ha hecho ya, de llamar al sacerdote para ofrecer los sacramentos".
Finalmente, instó a todos a orar diariamente "por una muerte feliz, es decir, a morir en un estado de gracia, ayudados por el cuidado sacramental de la Madre Iglesia y apoyados por familiares y amigos".
"Aceptemos cualquier muerte que el Señor nos haya preparado, preparémonos perseverando en la práctica de nuestra fe, asistiendo a misa y haciendo una confesión regular, mediante la oración diaria y la formación en la fe, y viviendo una buena vida en justicia y caridad", concluyó.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.