En una entrevista concedida a la agencia de noticias Reuters, el Papa Francisco explicó que las relaciones entre el Vaticano y China están en un "buen punto"; y precisó que el diálogo entre ambos Estados tiene tres aspectos.
El Santo Padre señaló que la primera forma del diálogo es "la oficial", que se da cuando "viene aquí la delegación china, se reúnen; y luego la delegación vaticana va a China. Son buenas relaciones y han logrado hacer cosas buenas".
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La segunda forma del diálogo, continuó, es el "de todos y con todos. 'Soy el sobrino de tal ministro que me manda a decir que…' y siempre hay una respuesta. 'Sí, va bien, seguimos adelante'. Hay estos canales periféricos abiertos que son, digamos, humanos y no queremos quemarlos. Se ve la buena voluntad, ya sea de la Santa Sede o del Gobierno chino".
La tercera forma del diálogo es la cultural, que para el Papa es "la más importante en el diálogo de reacercamiento con China".
"Hay sacerdotes que trabajan en universidades chinas. Está también la cultura, como la muestra que hicimos en el Vaticano y en China, es el camino tradicional, como el de los grandes como Mateo Ricci", dijo el Santo Padre recordando al sacerdote jesuita que evangelizó China en el siglo XVI.
El Pontífice dijo además que le gusta "pensar en las relaciones con China así, polifacéticas, no solo el camino oficial diplomático, porque estos dos adicionales enriquecen mucho".
"En su pregunta -añadió el Papa-, usted ha hablado de dos pasos adelante y uno atrás, pero yo digo que que los chinos merecen el premio Nobel de la paciencia porque son valientes, saben esperar, el tiempo es suyo y tienen siglos de cultura. Es un pueblo sabio, muy sabio. Yo respeto mucho a China", resaltó luego.
Actualmente China y el Vaticano no mantienen relaciones diplomáticas oficiales. Estas se rompieron en 1951, dos años después de la llegada al poder de los comunistas que expulsaron a los clérigos extranjeros.
Desde hace un tiempo ambos estados mantienen un diálogo que debería llevar a un acuerdo para el nombramiento de obispos en China. A principios de este año algunos medios especulaban sobre la posible firma de un tratado, algo que fue desmentido a finales de marzo por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Uno de los principales opositores al acuerdo entre China y el Vaticano es el Cardenal Joseph Zen ze-kiun, Obispo Emérito de Hong Kong, que a finales de enero publicó una carta en la que recordaba que el Vaticano habría solicitado a dos obispos su renuncia para permitir que prelados afines el Gobierno asuman sus cargos.
En su carta, el Purpurado decía también que "el problema no es la renuncia de los obispos legítimos, sino el pedido de hacer espacio para aquellos ilegítimos e incluso excomulgados".
"¿Creería yo que el Vaticano está vendiendo la Iglesia Católica en China? Sí, definitivamente, si es que van en la dirección en la que están, según lo que han venido haciendo en los últimos años y meses", cuestionaba el Cardenal de 86 años.
En la entrevista que concedió el Papa Francisco a la agencia Reuters, también se refirió al Cardenal Zen, de quien dijo "está un poco temeroso".
Sin embargo, dijo que "el diálogo es un riesgo, pero prefiero el riesgo a la derrota segura de no dialogar. En lo que respecta a los tiempos, algunos dicen que son los tiempos chinos, pero yo digo que son los tiempos de Dios y seguimos adelante, tranquilos".
Desde que se rompieron las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano, el país asiático solo ha permitido el culto religioso por medio de la Asociación Patriótica Comunista China, leal al régimen chino y que rechaza la autoridad de la Santa Sede en el nombramiento de obispos y en el Gobierno de la Iglesia.
Los obispos legítimos que permanecen fieles al Papa viven una situación cercana a la clandestinidad y permanentemente asediados por las autoridades comunistas.
Actualmente, todo obispo reconocido por el Gobierno debe ser miembro de la asociación patriótica, y muchos obispos nombrados por el Vaticano que no son reconocidos o aprobados por el régimen han enfrentado persecución.
Muchos de los obispos aprobados por el Vaticano en China se acercan a la edad de 75 años, cuando deben presentar su renuncia, y muchos otros han muerto; mientras que pocos sucesores han sido nombrados.