El Papa Francisco reclamó el derecho al trabajo digno para los jóvenes y pidió que no se ahoguen sus perspectivas positivas para el futuro y, por lo tanto, sus esperanzas.
En un discurso ante los participantes en el congreso nacional de la Federación de Maestros del Trabajo de Italia, que se celebra en Roma del 14 al 17 de junio, el Santo Padre destacó "la contribución que, como Maestros del Trabajo de Italia y siguiendo diferentes caminos, habéis aportado al crecimiento de un contexto social más inclusivo y digno para todos".
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El Santo Padre subrayó que "el trabajo se encuentra en el corazón de la vocación que ha otorgado Dios al hombre para prolongar su acción creativa y realizar, a través de su libre iniciativa y su juicio, un dominio sobre las otras criaturas que no se traduce en una esclavitud despótica, sino en armonía y respeto".
"Estamos llamados a contemplar la belleza de tal proyecto divino, que se fundamenta en la concordia entre los seres humanos y con los demás seres vivos y la naturaleza. Al mismo tiempo, miramos con preocupación a la condición actual de la humanidad y de la creación, que llevan impresas los signos del pecado, signos de enemistad, de egoísmo, de ciego privilegio de sí mismo".
Francisco lamentó que "muchas personas permanecen excluidas del progreso económico. Cuántos de nuestros hermanos sufren por haber sido golpeados por la violencia y la guerra, o por la degradación del medio natural. Cuántas personas son todavía oprimidas, relegadas y marginadas, y sufren por la carencia de perspectivas positivas para el futuro y, por lo tanto, de esperanza".
"No seamos nunca pasivos o indiferentes ante la debilidad y el sufrimiento que afectan a tanta gente, sino que podamos ser cada vez más capaces de reconocerlos en los rostros de los hermanos, para tratar de aliviarlos", exhortó el Papa.
Por el contrario, "seamos cada vez más solícitos al tratar de dar, a quien la haya perdido, la esperanza que necesita para vivir que, de hecho, representa, de alguna manera, el primero y el más fundamental derecho humano, antes que nada, de los jóvenes. El derecho a la esperanza, esa esperanza cancelada hoy para tanta gente...El primer derecho humano: el derecho a la esperanza".
"La esperanza de un futuro mejor siempre pasa por la propia actividad e iniciativa, es decir por el propio trabajo, y nunca solamente por los medios materiales disponibles".
Afirmó que "una sociedad que no se base en el trabajo, que no lo promueva concretamente, y que no se preocupe por aquellos que están excluidos, se condenaría a la atrofia y a la multiplicación de las desigualdades".
En cambio, "una sociedad que, en un espíritu subsidiario, intente que dé fruto el potencial de cada mujer y cada hombre, de cualquier origen y edad, realmente respirará a pleno pulmón y podrá superar los obstáculos más grandes recurriendo a un capital humano casi inagotable y poniendo a todos en la situación de convertirse en artífices de su propio destino, de acuerdo con el plan de Dios".