"Si volviera a tener que definir mi vida, volvería a ser sacerdote", fueron las palabras del Arzobispo de Santa Fe (Argentina), Mons. José María Arancedo, al celebrar sus 30 años como obispo y las bodas de oro de su ordenación presbiteral.
Con una Eucaristía el viernes 16 de marzo, en la catedral marplatense, Mons. Arancedo celebró un nuevo aniversario en compañía del Obispo de Mar de Plata, Mons. Gabriel Mestre, y parte del clero diocesano, además de numerosos fieles.
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En su homilía, el Arzobispo recordó que antes de llegar a Santa Fe, pasó 4 años como Obispo de Mar de Plata y señaló que esta "fue mi primera diócesis, que me ha marcado con su riqueza, historia, personas y camino pastoral, especialmente junto a mis queridos sacerdotes y seminaristas, como la amistad y el compromiso de muchos laicos y religiosos".
Mons. Arancedo nació en Buenos Aires el 26 de octubre de 1940 y fue ordenado sacerdote el 16 de diciembre de 1967. Es licenciado en Teología y doctor en Derecho Canónico.
En 1988, San Juan Pablo II lo nombró Obispo Auxiliar de Lomas de Zamora, y en 1991 fue designado como Obispo de Mar del Plata.
En 2003 fue nombrado Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.
Ha sido Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en dos periodos consecutivos, desde 2011 hasta 2017.
En su homilía, el Prelado aseguró que "si volviera a tener que definir mi vida, volvería a ser sacerdote", e indicó "algunas certezas teológicas, espirituales y eclesiales" que acompañaron su vida sacerdotal y que le permiten reafirmar su vocación.
"No me entiendo fuera de este camino que ha sido mi realización humana y espiritual en la vocación sacerdotal que, a pesar de las dificultades y límites, se fue acrecentando", sostuvo.
Agregó además que "me ha acompañado siempre esa verdad profunda de la fe que es su dimensión escatológica, es decir, ese sentido de trascendencia que nos da, junto al compromiso con el hoy de la historia que nos toca vivir, esa sana distancia frente a las cosas y al espacio propio de este mundo grandioso pero no definitivo".
Para Mons. Arancedo la imagen de Dios como Padre providente es "otra idea fuerza" en su vida sacerdotal, ya que "Él ha sido el que me ha elegido y no me ha abandonado".
Pero especialmente, la figura de jesucristo ha sido central desde su ingreso al seminario, el Buen Pastor fue modelando idealmente mi vida sacerdotal".
Finalmente, el Prelado tuvo palabras para la Iglesia, a quien consideró su "casa" y la "parte de mi fe con su rostro humano y divino, no siempre luminoso pero único y maternal, así la he conocido y así la he amado".
"No sería un hijo agradecido si hoy no doy testimonio de lo que ella ha sido como espacio de mi realización humana, espiritual y sacerdotal", concluyó Mons. Arancedo.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 27 de enero de 2018