A una semana del Domingo de Ramos, el Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus y explicó que  significa "perder la vida".

El Papa comentó que el Evangelio de este domingo "cuenta un episodio acontecido en los últimos días de la vida de Jesús" y la escena "se desenvuelve en Jerusalén, donde Él se encuentra por la fiesta de la Pascua hebrea".

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"Para esta celebración ritual llegaron también algunos griegos. Eran hombres animados por sentimientos religiosos, atraídos por la fe del pueblo hebreo y que, habiendo sentido hablar de este gran profeta, se acercan a Felipe, uno de los doce apóstoles" y le piden ver a Jesús.

Francisco dijo entonces que "quien quiere conocer a Jesús debe mirar a la cruz, donde se revela su gloria".

"El Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada al crucifijo, que no es un objeto ornamental o un accesorio de vestir del que a veces se abusa, sino un signo religioso que hay que contemplar y comprender".

Además, "en la imagen de Jesús crucificado se desvela el misterio de la muerte del Hijo de Dios como supremo acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos".

También explicó el versículo que dice: "si el grano de grano que cae en la tierra no muere, permanece solo, pero si muere produce mucho fruto".

"Jesús quiere hacer comprender que su historia extrema –muerte y resurrección– es un acto de fecundidad que llevará fruto para muchos".

De esta manera "se compara a sí mismo con el grano de trigo que cayendo en la tierra genera nueva vida". "Con la encarnación, Jesús ha venido a la tierra, pero esto no basta: debe también morir para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y donarles una nueva vida reconciliada en el amor".

El Papa señaló que también sus discípulos estaban llamados a "perder la vida" y por tanto todos los cristianos están llamados a lo mismo. "¿Qué significa perder la vida?", preguntó. "Significa pensar menos en uno mismo, en los intereses personales, en saber 'ver' y andar al encuentro de los más necesitados, del prójimo, especialmente de los últimos".

"Realizar con alegría obras de caridad hacia los que sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo más auténtico de vivir el Evangelio, es el fundamento necesario para que nuestras comunidades crezcan en la fraternidad y en la acogida recíproca", subrayó

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