El Papa Francisco explicó, antes del rezo del Ángelus este domingo 25 de febrero en la Plaza de San Pedro del Vaticano, qué significó la transfiguración de Jesús ante sus discípulos poco antes de la Pasión.
En el Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma se narra la transfiguración de Jesús. "Este episodio va unido a lo que había ocurrido seis días antes, cuando Jesús había revelado a sus discípulos que en Jerusalén iba a 'sufrir mucho, a ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y los escribas, asesinado y, tres días después, resucitar'".
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Aquel anunció de la Pasión y Resurrección "había sumido en crisis a Pedro y a todo el grupo de los discípulos, que rechazaban la idea de que Jesús pudiera ser rechazado por los jefes del pueblo y asesinado".
De hecho, "ellos esperaban a un Mesías poderosos y dominador. En cambio, Jesús se presenta como un humilde y manso siervo de Dios y de los hombres, que iba a dar su vida en sacrificio, avanzando por el camino de la persecución, del sufrimiento y de la muerte".
"¿Cómo se puede seguir a un Maestro y Mesías cuya vida terrenal va a terminar así? La respuesta llega en la transfiguración: una aparición pascual anticipada".
El Evangelio narra cómo "Jesús se lleva consigo a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, y 'los conduce a o alto de un monte'; y allí, por un momento, muestra toda su gloria, la gloria del Hijo de Dios. Este evento de la transfiguración permite, de ese modo, a sus discípulos afrontar la pasión de Jesús de una manera positiva, sin quedar abrumados".
"La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a nosotros, a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero, sobre todo, un regalo de amor infinito por parte de Jesús".
El evento protagonizado por Jesús, que se transfigura sobre el monte, "nos hace comprender mejor también su resurrección. Si antes de la Pasión no se nos hubiera mostrado la transfiguración con la declaración por parte de Dios, 'Este es mi hijo amado', la Resurrección y el misterio pascual de Jesús no habría sido fácilmente comprensible en toda su profundidad".
"De hecho, para comprenderlo, es necesario saber con anterioridad que aquel que sufre y que es glorificado no es solamente un hombre, sino que es el Hijo de Dios, que, con su amor fiel hasta la muerte, nos ha salvado".
De esta manera, "el Padre renueva su declaración mesiánica sobre su hijo realizada en el río Jordán el día del bautismo, y exhorta: '¡Escuchadlo!'. Los discípulos son llamados a seguir al Maestro con confianza y esperanza, incluso en el momento de su muerte".
La divinidad de Jesús "se manifiesta incluso sobre la Cruz, incluso en aquel modo de morir. Tanto es así que el evangelista Marcos pone sobre la boca del centurión la profesión de fe: '¡Realmente este hombre era Hijo de Dios!'".
"Esta revelación de la divinidad de Jesús tuvo lugar en el monte, que en la Biblia es el lugar emblemático donde Dios se muestra al hombre. Es necesario, especialmente en el tiempo de Cuaresma, subir con Jesús al monte y detenerse con Él, prestar mayor atención a la voz de Dios y dejarse envolver y transformar por el Espíritu".
Por último, el Pontífice explicó que la cuaresma "es la experiencia de la contemplación y de la oración, de vivir no para evadirse de la dureza de lo cotidiano, sino para gozar de la familiaridad con Dios, para después retomar, con renovado vigor, el camino fatigoso de la cruz que lleva a la resurrección".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 18 de febrero de 2018