El Papa Francisco recibió en audiencia a la comunidad del Pontificio Colegio Maronita de Roma y animó a los sacerdotes de esta Iglesia oriental, en comunión con Roma, a ofrecer consuelo a los cristianos afectados por las guerras en Oriente Medio.
El Santo Padre les felicitó por hacer memoria de sus raíces, con motivo del décimo aniversario de la aprobación del nuevo estatuto del Colegio, de San Marón, fundador de la Iglesia Maronita, y, con él, del monaquismo, "esa forma de vida que no se contenta con una fe moderada y discreta, sino que tiene la necesidad de ir donde los demás para amar con todo el corazón".
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Destacó que "vivís pobres a los ojos del mundo, pero preciosos para Dios y para los demás. A partir de esa fuente, también vuestro ministerio será agua buena para los sedientos de hoy".
Sin embargo, "existe hoy el riesgo de ser absorbidos por la cultura de lo provisional y de la apariencia. Estos años –de estudio, de formación, de vida comunitaria– son la ocasión para hacerse con los anticuerpos contra la mundanidad y contra la mediocridad".
El Pontífice explicó que los años de formación que los sacerdotes maronitas pasan en Roma "son años de ejercicio en la 'palestra romana', donde, con la ayuda de Dios y de los que os acompañan en el camino, podréis reforzaros de lo fundamental: sobre todo, de una indispensable disciplina espiritual que se fundamenta sobre los pilares de la oración y del trabajo interior".
Señaló que "el enriquecimiento humano, intelectual y espiritual que recibisteis en estos años no es un premio para vosotros, y menos un bien para potenciar la carrera particular, sino un tesoro destinado a los fieles que os esperan en vuestras eparquías y a los cuales vuestra vida será donada".
"No seréis llamados a ejercer un encargo, que también, sino a vivir una misión sin ahorraros nada, sin cálculos, sin límites de disponibilidad. Vosotros mismos tendréis necesidad de escuchar mucho a la gente: Dios, de hecho, os confirmará también por medio de vuestras vidas, por medio de muchos encuentros, a través de sus sorpresas imprevisibles".
En este sentido, explicó que "vosotros, como pastores en estrecho contacto con el rebaño, saboreáis la alegría más auténtica cuando permanecéis junto a ellos haciendo vuestras sus alegrías y sus sufrimientos, y cuando, al finalizar la jornada, podéis reencontraros con el Señor del amor que habéis recibido y entregado".
"Estáis llamados a vivir todo esto en un tiempo que no está exento de sufrimientos y de peligros, pero que también está repleto de esperanzas".
Les recordó que "el pueblo que os será confiado, desorientado por la inestabilidad que por desgracia continúa repercutiendo sobre Oriente Medio, buscará en vosotros a los pastores que los consuelen: pastores con la Palabra de Jesús en los labios, con las manos preparadas para secar las lágrimas y para acariciar rostros sufrientes".
"Pastores que se olviden de sí mismos y de sus intereses. Pastores que no se rinden jamás porque obtienen cada día del Pan Eucarístico la dulce fuerza del amor que sacia. Pastores que no tienen miedo de 'dejarse comer' por la gente, como panes buenos ofrecidos a los hermanos".
Ante las múltiples necesidades que presentará su ministerio, "puede llegar la tentación de actuar a la manera del mundo, buscando al fuerte en vez de al débil, mirando a quien tiene los medios en lugar de a quien carece de ellos".
"Pero cuando llegue esta tentación –señaló antes de finalizar el discurso–, hay que regresar rápido a las raíces, a Jesús que rechazó el éxito, la gloria, el dinero, porque el único tesoro que orientaba su vida era la voluntad del Padre: anunciar la salvación para todos los pueblos, proclamar con la vida la misericordia de Dios".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 16 de febrero de 2018