El Papa Francisco recibió este miércoles 22 de noviembre en el Vaticano al Consejero del Ministro de Asuntos Islámicos de Arabia Saudita, Abdullah bin Fahad Allaidan.
Esta visita se enmarca en el proceso de acercamiento diplomático entre el Vaticano y Arabia Saudita, país musulmán en el que el islam suní en su versión más fundamentalista, el wahabismo, es la única religión permitida.
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Arabia Saudita custodia en su territorio los dos lugares más santos del islam: La Meca y Medina. Esta particularidad hace que el poder se reparta entre la familia real saudita, que ostentan el poder civil y militar, y los clérigos wahabíes, que controlan la religión.
Las autoridades religiosas wahabíes vigilan que la aplicación de la sharía, o ley islámica, sea efectiva en todo el territorio saudí con todo su rigor.
Las mujeres son gravemente discriminadas y sometidas, cualquier expresión religiosa ajena al islam suní está prohibida, incluso la posesión de una Biblia, un rosario o un crucifijo, y todo no musulmán tiene prohibido el acceso a La Meca y Medina.
El wahabismo, o salafismo, es una interpretación del islam suní originaria en el interior de la península arábiga en el siglo XVIII, y que empezó a expandirse por el mundo musulmán a partir del siglo XX. Es la ideología que ha inspirado a grupos terroristas islámicos como Estado Islámico o Al Qaeda.
Su radicalismo y su oposición a las corrientes islámicas tradicionales ha llevado a muchos musulmanes a considerar el salafismo como una doctrina herética.
A pesar de ello, en las últimas décadas se ha extendido por todo el mundo musulmán suní gracias a las millonarias subvenciones del reino saudí procedentes de los beneficios de la producción petrolífera.
Sin embargo, la grave crisis de seguridad y política desatada por la ofensiva de Estado Islámico en verano de 2014, que supuso la creación de un califato en parte de Siria e Irak, y los crímenes contra la humanidad cometidos por los yihadistas, generó una ola de presiones sobre Arabia Saudita por parte de sus aliados estadounidenses y europeos para que modere su discurso islamista y deje de financiar a grupos salafíes.
Coincidiendo con la derrota militar de Estado Islámico en territorio sirio e iraquí, Arabia Saudita ha iniciado una paulatina apertura.
El pasado 31 de octubre, el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salam, de 32 años, afirmó que había llegado el momento de impulsar un islam moderado en Arabia Saudí, alejado del extremismo y abierto a las demás religiones.
En sus declaraciones, el príncipe saudí señaló que "el 70% de los saudíes es menor de 30 años, y no vamos a pasar otros 30 años viviendo bajo ideas extremistas. Vamos a destruirlas cuanto antes".
Frente a ese islam intolerante, Mohammed bin Salam defendió un islam "que signifique tolerancia y bondad. Queremos vivir una vida normal".
Además, el 14 de noviembre pasado el rey saudí Abdulaziz Al Saud, custodio de las mezquitas de la Meca y Medina, y máxima autoridad política del país, recibió al Patriarca de la Iglesia Católica Maronita, Cardenal Béchara Boutros Raï en una inusual visita destinada a buscar una salida a la crisis política producida en el Líbano tras la dimisión y huida a la capital saudí del presidente del país.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 10 de noviembre de 2017