Durante el rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Papa Francisco subrayó que para poder entrar en el Reino de los Cielos es necesario permanecer vigilantes durante toda la vida a la espera de la llegada del Señor, pues, como dice el Evangelio, "no sabemos ni el día ni la hora".
El Santo Padre afirmó que ese estar preparados no significa sólo el permanecer despiertos, sino, que también hay que prepararse llevando una vida cristiana centrada en ayudar al prójimo.
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Francisco realizó esta reflexión a partir del Evangelio del domingo, en el que, mediante la parábola de las diez vírgenes, "nos indica la condición para entrar en el Reino de los Cielos". Señaló que las diez vírgenes "eran las damas de honor encargadas de acoger al esposo en la ceremonia de la boda, y puesto que en aquel tiempo la costumbre era celebrarlas de noche, poseían unas lámparas".
"La parábola dice que cinco de aquellas vírgenes eran prudentes, y las otras cinco necias. Las prudentes llevaron con ellas el aceite para las lámparas, mientras que las necias no lo habían llevado. El esposo tardaba en llegar y todas se durmieron".
"A medianoche –continuó narrando el Papa– se anunció la llegada del esposo, y entonces las vírgenes necias se dieron cuenta de que no tenían el aceite para las lámparas, y se lo pidieron a las prudentes. Pero estas respondieron que no se lo podían dar porque no tenían suficiente para todas".
Entonces, "mientras las necias acudían a por el aceite, llegó el esposo. Las vírgenes prudentes entraron con él en la sala del banquete, y tras ellas se cerró la puerta. Las cinco necias llegaron más tarde y llamaron a la puerta, pero recibieron por respuesta: 'No os conocemos', y se quedaron fuera".
Tras terminar de resumir el episodio evangélico, el Papa preguntó: "¿Qué es lo que nos quiere enseñar Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos estar preparados para el encuentro con Él".
"En muchas ocasiones, en el Evangelio, Jesús nos exhorta a estar vigilantes, y lo hace también cuando finaliza esta parábola: 'Permaneced siempre vigilantes, porque no sabéis el día ni la hora'. Pero con esta parábola nos dice que vigilar no solo significa no quedarse dormidos, sino estar preparados".
De hecho, "en la parábola todas las vírgenes se durmieron antes de la llegada del esposo, pero al despertarse, algunas estaban preparadas y otras no. Aquí está el significado de ese ser sagaces y prudentes. Se trata de no esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino, hacerlo ya ahora".
Entre el simbolismo de la parábola, Francisco destacó la lámpara, que "es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta la luz de la fe y la hace fecunda y luminosa"
"La condición para estar preparados para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino también una vida cristiana rica en amor por el prójimo. Si nos dejamos guiar por aquello que parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, y no guardamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe, y ésta se apagara en el momento de la llegada del Señor, o incluso antes".
"Por el contrario –finalizó el Pontífice–, si estamos vigilantes y buscamos hacer el bien, con gestos de amor, compartiendo, siendo serviciales con el prójimo en dificultad, podemos estar tranquilos mientras esperamos la llegada del esposo: el Señor podrá venir en cualquier momento, y ni siquiera el sueño de la muerte nos asustará, porque tenemos la reserva de aceite acumulada con las obras buenas de cada día".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 11 de noviembre de 2017