En un esperado discurso sobre las armas nucleares y la necesidad de iniciar un proceso de desarme de todos los países que las poseen, el Papa Francisco condenó con firmeza "la amenaza del uso de armas nucleares, así como su misma posesión".
Francisco señaló que no sólo debe condenarse el empleo premeditado de armas de destrucción masiva, como son las armas nucleares, sino que su mera posesión ya es condenable, ya que su ostentación responde a una estrategia disuasoria basada en el miedo e incluso existe el riesgo de una detonación accidental.
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El Santo Padre hizo esta afirmación en la audiencia que concedió este viernes 10 de noviembre en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los participantes del Congreso Internacional sobre Desarme que, con el título de Perspectivas para un mundo libre de armas nucleares y por un desarme integral, se está desarrollando en el Vaticano.
En su discurso, el Pontífice indicó que "no podemos evitar experimentar un vivo sentimiento de inquietud si consideramos las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales que se derivarían de cualquier tipo de empleo de la artillería nuclear".
"Por lo tanto, también considerando el riesgo de una detonación accidental de dichas armas por un error de cualquier tipo, es digno de condenar con firmeza la amenaza de su uso, así como su misma posesión, porque su misma existencia y funcionalidad sirven a una lógica de miedo que no afecta sólo a las partes en conflicto, sino al mundo entero".
Francisco advirtió la dificultad de detener la espiral armamentística una vez que se inicia: "Es un hecho que la espiral de la carrera armamentística no tiene fin y que los costes de la modernización y del desarrollo de armas, no sólo nucleares, representa un gasto considerable para las naciones, a la vez que sitúa en segundo plano las verdaderas prioridades de la humanidad que sufre: la lucha contra la pobreza, la promoción de la paz, la realización de proyectos educativos, ecológicos y sanitarios, y el desarrollo de los derechos humanos".
En este sentido abogó por impulsar unas relaciones entre países sin amenazas armamentísticas. "Las relaciones internacionales no pueden estar dominadas por la fuerza militar, la intimidación recíproca o la ostentación de arsenales bélicos"
"Las armas de destrucción masiva, en particular las atómicas, crean una engañosa sensación de seguridad y no pueden constituir la base de la convivencia pacífica entre los miembros de la familia humana que debe inspirarse en una ética de solidaridad", subrayó.
Además, llamó a conservar la memoria de las víctimas de las armas nucleares, "resulta insustituible el testimonio de los 'Hibakusha', es decir, las personas golpeadas por las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y las demás víctimas de los experimentos con armas nucleares. Que su voz profética sea una advertencia para las nuevas generaciones".
Por otro lado, afirmó que "los armamentos que tienen como resultado la destrucción del género humano, son ilógicos incluso en el ámbito nuclear. Asimismo, la verdadera ciencia siempre está al servicio del hombre, mientras que la sociedad contemporánea aparece como aturdida por las desviaciones de los proyectos concebidos en ella, incluso con una buena intención en su origen".
No obstante, también se mostró esperanzado sobre futuras medidas que pongan coto a la carrera armamentística. "Recientemente, por ejemplo, por medio de una histórica votación en la sede de la ONU, la mayor parte de los miembros de la comunidad internacional han establecido que las armas nucleares no solamente son inmorales, sino que incluso deben ser considerados instrumentos de guerra ilegítimos".
El Papa Francisco habló de la necesidad de impulsar un desarrollo integral que permita reordenar las prioridades de los Estados, situando en primer lugar las necesidades de las personas. "El desarrollo integral es el camino del bien que la familia humana está llamada a recorrer", aseguró.
"Es urgente rechazar la cultura del descarte y ayudar a las personas y a los pueblos que sufren las más dolorosas desigualdades por medio de un trabajo que sepa privilegiar con paciencia los procesos solidarios frente al egoísmo y a los intereses particulares".
"Se trata, al mismo tiempo, de integrar la dimensión individual en la dimensión social mediante el despliegue del principio de subsidiariedad, favoreciendo la aportación de todos. Es necesario promover al hombre en su unidad de alma y cuerpo, de contemplación y de acción", indicó al finalizar su discurso.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 10 de noviembre de 2017