El Papa Francisco pidió una Unión Europea que recupere su espíritu fundacional para hacer frente a los retos que presenta el mundo de hoy, y presentó posibles soluciones sostenidas en los valores cristianos a los problemas que padece.
En un discurso ante los participantes en el Diálogo "(Re)Pensando Europa", que se celebra en Roma entre el 27 y el 29 de octubre con la participación de líderes políticos europeos y representantes de la Iglesia, el Papa presentó algunas ideas sobre el proceso de construcción de la Unión Europea.
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Al comenzar su reflexión, el Santo Padre destacó el "diálogo en un espíritu de confrontación libre y abierta" con que discurrieron las sesiones de trabajo de las reuniones.
Mediante ese diálogo se ha podido "enriquecerse mutuamente e iluminar el camino del futuro de Europa, más allá de la senda que todos juntos estamos llamados a recorrer para superar las crisis que padecemos y para afrontar los desafíos que nos esperan".
Francisco señaló que "hablar de una contribución cristiana para el futuro del continente significa ante todo preguntarse sobre nuestro deber como cristianos hoy, en estas tierras fecundamente plasmadas por la fe a lo largo de los siglos".
"¿Cuál es nuestra responsabilidad en un tiempo en el que el rostro de Europa está cada vez más marcado por una pluralidad de culturas y de religiones, mientras que para muchos el cristianismo se percibe como un elemento del pasado, lejano y ajeno?", se preguntó.
Persona y comunidad
El Papa afirmó que los conceptos de "persona" y de "comunidad" son las principales aportaciones del cristianismo a la Europa de hoy. Recordó cómo, tras la caída del Imperio Romano, "uno de los valores fundamentales que ha traído el cristianismo es el sentido de la persona creada a imagen de Dios".
Sin embargo, lamentó que en el mundo de hoy se está reduciendo a las personas a simples cifras: "No hay ciudadanos, hay votos. No hay emigrantes, hay cuotas. No hay trabajadores, hay indicadores económicos. No hay pobres, hay umbrales de pobreza".
En cuanto a la comunidad, señaló que "es el antídoto más grande contra los individualismos que caracterizan nuestro tiempo, contra esa tendencia generalizada hoy en Occidente a concebirse y a vivir en soledad".
"Los cristianos reconocen que su identidad es ante todo relacional. Están integrados como miembros de un cuerpo, la Iglesia, en el que cada uno con su propia identidad y peculiaridades participa libremente en la edificación común".
Además, destacó la familia como "primera comunidad", y la situó como lugar de descubrimiento de diversidad que recompone la unidad, y ejemplo para una comunidad civil en la que se acoja la diversidad de cualidades de cada uno.
Un lugar de diálogo
Europa "no se puede permitir perder la oportunidad de ser ante todo un lugar de diálogo", advirtió. Dentro de ese diálogo hizo hincapié en "la importancia del diálogo interreligioso para favorecer el conocimiento recíproco entre cristianos y musulmanes en Europa".
"Desafortunadamente –lamentó– cierto prejuicio laicista, todavía en auge, no es capaz de percibir el valor positivo que tiene para la sociedad el papel público y objetivo de la religión, prefiriendo relegarla a una esfera meramente privada y sentimental".
Asimismo, advirtió contra "el predominio de un cierto pensamiento único que ve en las afirmaciones de una identidad religiosa un peligro para la propia hegemonía, acabando así por favorecer una falsa contraposición entre el derecho a la libertad religiosa y otros derechos fundamentales".
Por ello, indicó que "los cristianos están llamados a favorecer el diálogo político, especialmente allí donde está amenazado y prevalece el enfrentamiento. Los cristianos están llamados a dar nueva dignidad a la política, entendida como máximo servicio al bien común y no como una ocupación de poder".
Un ámbito inclusivo
En su discurso, el Papa Francisco también exhortó a los políticos a "favorecer una Europa que sea una comunidad inclusiva, libre de un equívoco de fondo: inclusión no es sinónimo de aplastamiento indiferenciado".
"Los emigrantes son un recurso más que un peso", afirmó al mismo tiempo que invitaba a reflexionar sobre la afirmación evangélica: "Fui forastero y me hospedasteis".
Un espacio de solidaridad
También llamó a convertir Europa en un espacio de solidaridad, en una comunidad en la que "nos apoyemos mutuamente". Recordó que "no pueden ser solo algunos los que lleven pesos y realicen sacrificios extraordinarios, mientras que otros permanecen enrocados defendiendo posiciones privilegiadas".
"Ser una comunidad solidaria significa cuidar de los más débiles de la sociedad, de los pobres, de los que son descartados por los sistemas económicos y sociales, a partir de los ancianos y los desempleados. Pero la solidaridad exige también que se recupere la colaboración y el apoyo recíproco entre las generaciones".
Una fuente de desarrollo
Esa Europa que se ha convencido de su carácter de comunidad, podrá ser una fuente de desarrollo "para sí y para todo el mundo", según afirmó el Papa.
Como elemento esencial para el desarrollo, Francisco apuntó al trabajo digno. "Ciertamente al desarrollo del hombre contribuye el trabajo, que es un factor esencial para la dignidad y la maduración de la persona. Se necesita que haya trabajo y se necesitan también condiciones adecuadas de trabajo".
Una promesa de paz
El Papa Francisco finalizó su discurso enfatizando "el compromiso que deben asumir los cristianos de Europa para constituir una promesa de paz. Fue este el pensamiento principal que animó a los firmantes de los Tratados de Roma. Después de dos guerras mundiales y violencias atroces de pueblos contra pueblos, había llegado el momento de afirmar el derecho a la paz".
"Ser trabajadores de paz significa hacerse promotores de una cultura de la paz. Esto exige amor a la verdad, sin la que no pueden existir relaciones humanas auténticas y búsqueda de la justicia, sin la que el abuso es la norma imperante de cualquier comunidad", aseguró.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 27 de octubre de 2017