Apenas dos horas después de su llegada a Cesena, el Papa Francisco se trasladó de nuevo en helicóptero hasta Bologna. Allí se reunió en primer lugar con unos mil inmigrantes y personas que desarrollan servicio de asistencia de uno de los centros que se hace cargo de ellos.

"La integración inicia con la conciencia" y "el contacto con el otro lleva a descubrir el 'secreto' que cada uno lleva consigo y también el don que representa, a abrirse a él para acoger los aspectos válidos, aprendiendo así a querer bien y venciendo el miedo, ayudándolo a integrarse en la nueva comunidad que lo acoge", dijo el Papa.

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"Quiero llevar conmigo vuestros rostros que piden ser recordados, ayudados, diría 'adoptados'", afirmó ante la emoción de los que lo escuchaban.

El Santo Padre los llamó "luchadores de la esperanza": "alguno no ha llegado porque ha sigo engullido por el desierto o el mar. Los hombres no los recuerdan, pero Dios conoce sus nombres y los acoge junto a él". A continuación pidió guardar algunos minutos de silencio para recordar a todos los que han fallecido tratando salir de su país de origen.

"Sin la misericordia el otro es un extraño, incluso un enemigo, y no puede ser mi prójimo. Desde lejos podemos decir y pensar lo que sea, como fácilmente acontece cuando se escriben frases terribles e insultos vía internet", aseguró el Papa.

Por eso, "si miramos al prójimo sin misericordia, no nos damos cuenta de su sufrimiento y de sus problemas".

El Papa saludó a muchos de ellos personalmente, permitiéndoles que se tomen fotos con él. Más de media hora después de su llegada y tras detenerse con cada uno, pronunció un discurso en el que habló en concreto sobre el fenómeno migratori e indicó que "requiere visión y gran determinación en la gestión, inteligencia y estructuras, mecanismos claros que no permiten distorsiones o explotación".

Francisco reiteró su postura sobre la necesidad de "programas de ayuda privados y comunitarios a la acogida" y solicitó que "se abran corredores humanitarios para los refugiados en situaciones más difíciles, para evitar esperas insoportables y tiempos perdidos".

En la última parte del discurso, recordó que "la Iglesia es una madre que no hace distinción y que ama a cada hombre como hijo de Dios, su imagen".

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