El Papa Francisco dirigió unas palabras a los cientos de niños, jóvenes, religiosas, sacerdotes y laicos de la Casa Familia San José en Medellín, en el que recordó que los más pequeños son los favoritos de Dios.
A continuación, el texto completo de las palabras del Santo Padre:
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Queridos hermanos y hermanas,
Queridos niños y niñas:
Estoy contento de estar con ustedes en este «Hogar San José». Gracias por el recibimiento que me han preparado. Agradezco las palabras del Director, Monseñor Armando Santamaría.
Y Te doy las gracias a ti, Claudia Yesenia, por tu valiente testimonio, te dije que eras valiente. Escuchando todas las dificultades por las que has pasado me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo, que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos.
También el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución; también Él tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte. Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza.
Jesús no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos. Claudia Yesenia, al lado de tanto horror sucedido, Dios te regaló una tía que te cuidó, un hospital que te atendió y finalmente una comunidad que te recibió. Este «hogar» es una prueba del amor que Jesús les tiene a ustedes y de su deseo de estar muy cerca de ustedes. Y lo hace a través y con el cuidado amoroso de todas las personas buenas que los acompañan, que los quieren y que los educan.
Pienso en los responsables de esta casa, en las hermanas, en el personal y en tanta gente que ya son parte de la familia porque viene, se integran, conocen. Porque eso es lo que hace que este lugar sea un «hogar»: el calor de una familia donde nos sentimos amados, protegidos, aceptados, cuidados y acompañados.
Me gusta mucho que este hogar lleve el nombre de «San José», y los otros «Jesús Obrero» o «Belén». Quiere decir que están en buenas manos. ¿Recuerdan lo que escribe San Mateo en su Evangelio, cuando nos cuenta que Herodes, en su locura, había decidido asesinar a Jesús recién nacido?
¿Cómo Dios le habló en sueños a San José, por medio de un ángel, y le confió a su cuidado y protección sus tesoros más valiosos: Jesús y María? Nos dice San Mateo que, apenas el ángel le habló, José obedeció inmediatamente e hizo cuanto Dios le había ordenado: «Se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y se fue a Egipto» (2,14).
Estoy seguro de que así como San José protegió y defendió de los peligros a la Sagrada Familia, así también los defiende, los cuida y los acompaña a ustedes. Y con él, también Jesús y María, porque San José no puede estar sin Jesús y sin María.
A ustedes hermanos y hermanas, religiosos y laicos que en este y en los demás hogares reciben y cuidan con amor a estos niños que desde chicos ya han experimentado el sufrimiento y el dolor, a ustedes quisiera recordarles dos realidades que no deben faltar porque son parte de la identidad cristiana: el amor que sabe ver a Jesús presente en los más pequeños y débiles, y el deber sagrado de llevar a los niños a Jesús.
En esta tarea, con sus gozos y con sus penas, los encomiendo también a la protección de San José. Aprendan de él, que su ejemplo los inspire y los ayude en el cuidado amoroso de estos pequeños, que son el futuro de la sociedad colombiana, del mundo y de la Iglesia, para que como el mismo Jesús, ellos puedan crecer, robustecerse en sabiduría y en gracia, delante de Dios y de los demás (cf. Lc 2,52).
Que Jesús y María, junto con San José, los acompañen y protejan, los llenen de su ternura, su alegría y su fortaleza.
Me comprometo a rezar por ustedes, para que en este ambiente de amor familiar crezcan en amor, paz y felicidad, y así puedan ir sanando las heridas del cuerpo y del corazón. Dios no los abandona, Dios los protege y los asiste y el Papa los lleva en su corazón; no dejen de rezar por mí, no se olviden. Gracias.