La carta que Benedicto XV dirigió a los líderes de los países que luchaban en la Primera Guerra Mundial se convirtió en un "grito de dolor" contra la guerra moderna y fue el inicio de la elaboración de una nueva teología de la paz, afirmó el Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), Cardenal Gualtiero Bassetti.
En un artículo publicado en L'Osservatore Romano, el Purpurado se refirió a los 100 años de la "Carta a los jefes de los pueblos beligerantes" contra "la inútil masacre" de la guerra que Benedicto XV escribió el 1 de agosto de 1917.
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"La evocación de 'una inútil masacre', desde aquel momento, se convirtió en una suerte de grito de dolor contra la guerra moderna y todo tipo de brutal muerte masiva provocada por la modernidad nihilista. Y no casualmente, el Papa Francisco la ha mencionado en ocasión del G20 para denunciar los inútiles estragos de migrantes en el Mediterráneo", afirmó el Cardenal Bassetti.
"Hace cien años –afirmó-, un nuevo modo de entender la paz apareció en la escena pública del mundo contemporáneo" y pocas documentos pontificios han tenido "gran influencia histórica como el escrito por Benedicto XV.
"Aún hoy, a la distancia de cien años, aquellas palabras resuenan, no solo en el discurso público, sino en la conciencia profunda de toda persona, como una advertencia de gran importancia moral y política", añadió.
El Purpurado italiano recordó que en esta carta Benedicto XV denunciaba el "suicidio" de Europa, donde desde 1914 se estaba produciendo una horrible carnicería. "El Papa pedía de modo clarísimo una 'paz justa y duradera' que pudiese afirmarse gracias a los más importantes instrumentos diplomáticos de ese tiempo: la búsqueda de un arbitraje internacional, la recíproca restitución de algunos territorios y la necesidad urgente de un desarme", señaló.
"De hecho –indicó–, Benedicto XV pedía someter la 'fuerza material de las armas' a la 'fuerza moral del derecho'".
El Cardenal Bassetti reconoció que las palabras del pontífice "no cambiaron el curso del conflicto mundial. Sin embargo, se habrían revelado proféticas al menos por dos motivos".
"En primer lugar, por el juicio durísimo sobre la guerra. Los conflictos modernos, de hecho, se caracterizarían siempre más como de guerras totales que no habrían implicado solo a los ejércitos, sino también a las poblaciones civiles, produciendo, un único resultado significativo: la muerte de millones de personas inocentes".
En segundo lugar, señaló, "esas palabras marcaron el inicio de la elaboración de una nueva teología de la paz. Una novedad que enriqueció no solo el magisterio de la Iglesia, sino también la cultura del mundo occidental, trazando un desafío que, al inicio del novecientos, parecía casi imposible de vencer. Aquellas palabras, por el contrario, abrieron el camino a una nueva primavera de la paz".
Primero, indicó, con la encíclica de 1920 Pacem Dei munus Pulcherrimum, "con la cual Benedicto XV recordó con vigor que 'el mensaje del cristianismo' es un 'evangelio de paz'; y luego con una serie de reflexiones sucesivas que habrían llevado a la Pacem in terris de Juan XIII en 1963 -auténtica piedra miliar de esta nueva teología de la paz–, a las declaraciones del Concilio Vaticano II y a las muchísimas afirmaciones de los Papas" que siguieron hasta hoy.
Una nueva teología de la paz "que no se funda sobre la base de vagos propósitos ideales, sino sobre indiscutibles principios evangélicos: la justicia, la caridad y la dignidad de la persona humana".
Sin embargo, advirtió, esta teología de la paz debe ser defendida "con todas nuestras fuerzas" de aquellos que cometen brutales actos terroristas, de aquellos que hacen la guerra por una voluntad de potencia, de conquista e intereses económicos.
Pero también, señaló, de aquellos que en el debate público ponen la paz como una idea del "buenismo", "fruto de un pensamiento débil y en nombre de un inevitable choque de civilizaciones".
El Cardenal Bassetti afirmó que "buscar la paz no es el producto de una civilización decadente con una identidad frágil", sino al contrario, "buscar la paz es un ejercicio heroico, que exige un compromiso enorme, incesante, diario, y que exige una fuerza diferente a la militar: es la fuerza de la fe, la fuerza del diálogo, y como escribía Benedicto XV, la 'fuerza moral del derecho'".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 2 de septiembre de 2015