El Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Mons. José María Arancedo, destacó en su homilía del 22 de julio que la parábola del trigo y la cizaña del Evangelio de este domingo es una enseñanza que los católicos debemos asumir a fin de "podar" todo lo que nos aleja de Dios.

"En este camino en el que somos parte del sembradío de Dios, debemos asumir nuestra tarea de ir purificando y cortando o 'podando' todo aquello que entorpece el crecimiento del buen trigo en nosotros. Somos los primeros responsables. No somos espectadores o críticos de una historia, somos protagonistas de la misma. Esta parábola es una enseñanza que debemos asumir", dijo Mons. Arancedo.

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

El Arzobispo destacó que este domingo se leen "un conjunto de parábolas en las que Jesús contrapone la impaciencia de los hombres y la paciencia salvífica de Dios".

"Nos habla de esa paciencia que tiene por horizonte el tiempo del Reino Dios, frente a esa impaciencia que vive a la espera del fruto ya. El tiempo de Dios tiene una dimensión que supera la inmediatez de los cálculos humanos, como del espacio o lugar en que nos movemos", sostuvo.

"El tiempo ilumina los espacios y ayuda a generar procesos; el sentido del tiempo de Dios nos ayuda a respetar a las personas y sus momentos de crecimiento. La paciencia tiene que ver con la esperanza, porque tiene su fuente en la fe en un Dios creador y providente", agregó.

Al referirse a la parábola de cizaña, el prelado consideró que esta "habla de la delicadeza del amor de Dios por sus hijos a los que siempre espera, más allá de las dificultades en las que se puedan encontrar".

"Ve primero el bien, el trigo y lo cuida, no se deja llevar por el poder de la cizaña ni organiza una 'guerra santa' contra ella. Confía, acompaña y espera", agregó.

Finalmente, Mons. Arancedo recordó que "debemos comprender, y esta es la enseñanza de Jesús, que no somos dueños de la historia ni del tiempo, menos de las personas, somos peregrinos con nuestras fragilidades hacia una plenitud a la cual estamos llamados y para la cual Él mismo se hizo para nosotros: 'camino, verdad y vida'".

También te puede interesar: