Cada 1 de julio en la Basílica de la Agonía en Jerusalén se celebra la Misa por la fiesta de la Preciosísima Sangre de Jesús y los frailes franciscanos conmemoran este día con un gesto muy especial.
En el inicio de la Eucaristía, se rocían pétalos de rosa sobre la roca donde, según la tradición, cayeron las gotas del sudor de sangre que derramó Jesús mientras rezaba durante la noche de su Pasión en el Monte de los Olivos.
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Tras el Concilio Vaticano II, esta fiesta, instituida en 1849 por el Papa Pío IX, pasó a celebrarse junto con la fiesta del Corpus Domini en un solo día: en la Solemnidad del Corpus Christi, que tiene lugar 60 días después del Domingo de Resurrección.
Sin embargo, la Custodia de Tierra Santa todavía festeja por separado la fiesta de la Preciosísima Sangre de Jesús porque en la Basílica de la Agonía se conserva el espacio físico donde Jesús sudó sangre.
En la Misa que presidió el sábado 1 de julio, el Custodio de Tierra Santa, el P. Francisco Patton, reflexionó sobre el dolor que soportó Cristo por amor a la humanidad y afirmó que "no somos siquiera capaces de imaginar la prueba que pasa Jesucristo en el momento en que siente que su cáliz, es decir, su vocación y su misión, atraviesan las experiencias más oscuras de nuestra existencia humana".
El P. Patton indicó que Jesús sintió "soledad, el abandono, el fracaso, el sufrimiento físico e interior, la lejanía de Dios, la muerte violenta, dolorosa, injusta".
Por ello, el Custodio de Tierra Santa destacó que "es la Sangre Preciosísima de Jesucristo, es decir, su vida entregada por amor infinito, la que nos libera de la muerte, haciéndonos pasar a través de ella".
Esta Eucaristía fue ofrecida por la paz en Tierra Santa. En declaraciones al Christian Media Center, el P. Diego Dalla Gassa, director del eremitorio de Getsemaní, señaló que el hecho de conmemorar esta fiesta en el lugar donde Jesús sudó sangre "significa celebrar el misterio de la redención".
Cuando terminó la Misa, los fieles se arrodillaron para rezar ante la roca, que está ubicada bajo el altar de la Basílica. El sitio está rodeado por una pequeña reja de hierro que tiene forma de una corona de espinas y está decorada con figuras de palomas que beben de un cáliz.
El P. Gassa afirmó que "esa roca es testigo, memoria viva de su Sangre. Al derramarse, la sangre de Jesús redime a la humanidad. Es un gran regalo".
En 1924 se terminó de construir el templo actual donde se resguarda la roca. Este fue elevado sobre las ruinas de una capilla edificada por los cruzados y que había sido abandonada en 1345.
Debido a que varios países del mundo donaron dinero para la construcción de esta iglesia, también se le conoce como la "Basílica de Todas las Naciones".
Actualmente la roca está un poco deteriorada porque muchos peregrinos la tocan y posan su frente cuando rezan.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 26 de junio de 2017