Femenina. Dulce y firme. Desde que las primeras palabras de la ingeniera Andrea Flores se escucharon captó la atención de todos en el salón donde se desarrolló el "Diálogo con organizaciones de la sociedad civil" de la 47 asamblea general de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Apenas había comenzado su intervención cuando se le oyó pedir con vehemencia: "el respeto por nuestro derecho a la vida, de modo que se desaliente cualquier iniciativa a favor de la eutanasia, incluyendo la alegada muerte digna y el suicidio asistido".
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E inmediatamente después: "respeto también al derecho a la vida del niño concebido con defectos fetales, quien necesita de nuestra ayuda. El derecho a la vida de las personas con discapacidad tiene que ser protegido desde el momento de la concepción. El aborto por eugenesia ha ocasionado un genocidio, particularmente de los niños que sufren del síndrome de Down".
Nadie lo esperaba. En la voz de Andrea esas palabras tienen una fuerza especial. Y una cadencia propia. Se arrastran un poco, pero caen pesado sobre el corazón y, después, quedan marcados en la mente.
Los presentes en el salón principal del "Moon Palace Arena", de Cancún, en la asamblea de la OEA la escuchan en perfecto silencio.
Solo su voz se expande. Habla en primera persona: ella misma es portadora de deficiencia. Tiene parálisis cerebral espástica a causa de una negligencia médica en el parto.
La suya es una historia de superación. Guerrera desde niña, aprendió a caminar a los 6 años, a los 7 años ingresó en una escuela regular y se enfrentó con dolor la crueldad de sus compañeros.
Se graduó con honores como ingeniero en sistemas computacionales, becada por la Universidad del Valle de México, y después cursó una maestría en Ciencias de la Familia en la Universidad Anáhuac.
Habla como portavoz de la coalición de organizaciones de personas portadoras de deficiencias. El discurso, escrito por ella y sus compañeros de lucha, no es victimista: reivindica legítimos derechos y exige respeto a su dignidad.
Propone cosas concretas: "brindar auxilio de movilidad a quienes tengan bajos ingresos y se encuentren en situación de aislamiento regional para que puedan acceder a los programas de rehabilitación y hospitalización que requieren".
Asegura que la atención a este sector requiere "un enfoque de inversión y no de gasto social, debemos ser vistos como persona con capacidad de dar, de producir, de ser útiles para servir a nuestro país, y no ser marginados o restringidos a programas asistencialistas que impiden el desarrollo".
Andrea Flores trabaja en su área de sistemas y divide su tiempo libre entre el apostolado católico, la rehabilitación de niños y la militancia en favor de los derechos de personas con deficiencia.
Ese compromiso social le ha despertado para un genuino servicio político, por eso le habló a los Estados miembros de la OEA.
Sabe que la "agenda progresista" de este órgano de cooperación amenaza lo que, a contracorriente, ha aprendido amar: la vida. La vida de los que no tienen voz y de los que aparentemente son más débiles.
En tanto Andrea pronunciaba con toda corrección el texto de su coalición, muchas de las feministas, presentes en el "Diálogo" con la OEA, escuchaban serias. Algunas pensativas, otras muy molestas. Fue un duro golpe que desmontó en muchos, y en pleno primer día de articulaciones y cabildeos, la retórica abortista y su lógica de descarte.
Ataviada con un elegante pero sencillo vestido blanco de flores negras, irradiando la serena belleza de la feminidad plena, esta dama fue hoy la principal heroína del movimiento provida y profamilia en la asamblea hemisférica que realiza en Cancún.
Al concluir sus palabras se le aplaudió de pie durante más de un minuto. Algunos cancilleres emocionados repetían "muy bien, muy bien". Nadie más recibió tan bello y merecido gesto. Ella lo recibió agradecida. Desde su lugar. Como una flor, tierna y firme.
Publicado originalmente en Actuall.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 17 de junio de 2017