En un mensaje enviado a miembros de las Cofradías de la Caridad, también conocidas como "Caridades", el Papa Francisco señaló que "la credibilidad de la Iglesia pasa por el camino del amor misericordiosos y de la compasión que se abre a la esperanza".
Hace 400 años San Vicente de Paúl fundó en la localidad francesa de Châtillon las Cofradías de la Caridad, la actual Asociación Internacional de la Caridad (AIC), con la misión de llevar un testimonio auténtico de misericordia de Dios a los más pobres.
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Con motivo de esta efeméride, el Santo Padre envió a los miembros de la Asociación un mensaje en el que les señala que "esa credibilidad pasa también por vuestro testimonio personal: no se trata solo de encontrar a Cristo en los pobres, sino también de que los pobres perciban a Cristo en vuestros actos".
Así, precisó el Papa, "arraigados en la experiencia personal en Cristo, podréis contribuir a una cultura de la misericordia que renueve profundamente los corazones y las obras para una nueva realidad".
"Las Caridades –recordó el Pontífice– nacieron de la ternura y de la compasión del corazón de Mons. Vicente de Paúl por los pobres, a menudo marginados o abandonados en el campo o en las ciudades. Su acción por ellos y con ellos pretendía reflejar la bondad de Dios por sus criaturas".
El Santo, dijo el Papa, "amaba a los pobres como representantes de Jesucristo, como miembros de su cuerpo sufriente. Comprendía que también los pobres estaban llamados a edificar la Iglesia".
Francisco explicó que "Vicente de Paul había confiado el cuidado de los pobres a los laicos, de forma particular, a las mujeres. De esta manera, vuestra asociación quiere promover el desarrollo de los menos favorecidos y aliviar la pobreza y el sufrimiento físico, moral y espiritual. Este compromiso encuentra su fundamento en el amor de Dios. ¿Y qué es la Providencia, sino el amor de Dios que actúa en el mundo y pide nuestra cooperación?".
Por lo tanto, "hoy querría animaros a acompañar a las personas en su integridad, poniendo una atención particular en la precariedad de las condiciones de vida de muchas mujeres y niños. La vida de fe, la vida unida a Cristo, nos permite percibir la realidad de la persona, su dignidad incomparable, no como una realidad limitada a los bienes materiales, a los problemas sociales, económicos y políticos, sino como un ser creado a imagen y semejanza de Dios, un hermano, una hermana del que somos responsables".
"Para contemplar esa pobreza y acercarse a ella, no basta con seguir las grandes ideas, sino que hay que vivir el misterio de la encarnación, ese misterio querido por San Vicente de Paúl, ese misterio de Dios que se abaja ante los hombres, que vivió entre nosotros y que murió para redimir al hombre y salvarlo", explicó el Pontífice.
"Una promoción del ser humano, una liberación auténtica del hombre, no existe sin anuncio del Evangelio, porque el aspecto más sublime de la dignidad humana se encuentra en su vocación de hombre en comunión con Dios", concluyó el Papa.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 15 de enero de 2017