Después de una infancia y una adolescencia anticlerical y de odio a la Iglesia, el hoy presbítero Juan José Martínez, revela cómo descubrió "que Dios existe y me quiere como su sacerdote".

"Los domingos por la mañana me asomaba al balcón de mi casa y cuando la gente pasaba camino a Misa yo les escupía. Les decía que la Iglesia era una secta que quería su dinero", explicó este sacerdote de la Diócesis de Almería (España).

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Los padres del P. Juan José no eran creyentes y no había recibido ninguna formación religiosa pero asegura que no le criaron en la intolerancia. De hecho, señala que no sabe de dónde sacó todas esas ideas, porque la percepción que tenía de la Iglesia y de Dios era la de una "multinacional que con sucursales en cada barrio para sacar dinero, era como una secta".

Según recuerda, "era absolutamente anticlerical, fui el primer alumno de mi colegio en el pueblo de Carboneras, Almería, que no dio Religión nunca porque con 8 o 9 años elegí la asignatura alternativa que era Ética. Los años siguientes fui convenciendo a mis amigos para que dejaran de dar Religión y se pasaran a Ética conmigo. Al final toda mi clase acabó dando Ética y ninguno Religión".

Pero lo que nunca imaginó es que el final de su camino sería ayudar a sus amigos a que volvieran a la Iglesia. El P. Juan José recuerda perfectamente que el primer día que entró en un templo católico "fui para reírme de quienes me habían invitado".

"Era enero de 1995, unos amigos de clase me invitaron a un grupo de oración de Renovación Carismática católica en la parroquia. Evidentemente les dije que no pensaba ir porque no quería que me lavaran la cabeza. Durante todo un mes insistieron. Al final cedí, fue un jueves de febrero de 1995 cuando entré por primera vez en una iglesia".

Una caja dorada

Allí había muchos amigos suyos y se quedó sorprendido porque "todos miraban una caja dorada que había al fondo de la iglesia. Yo no sabía qué era, pero pensé que era donde el párroco guardaba el dinero".

Nada más lejos de la realidad, la caja dorada era el Sagrario.

El P. Juan José asegura que ese día fue para burlarse porque "pensaba que estaban locos. Me reí muchísimo de ellos, aunque era educado y lo disimulaba. Pero decidí volver el jueves siguiente para reírme más".

Así un jueves tras otro el P. Juan José fue desmontando sus prejuicios hacia la Iglesia y la religión.

"El párroco me pareció un hombre muy sensato que ayudaba a la gente", explica a ACI Prensa. Y poco a poco el amor de Dios fue calando en su corazón: "tenía 15 años y empecé a cantar en misa, lo que suponía asistir a misa los sábados. Me gustaba estar delante del sagrario y poco a poco me di cuenta de que Dios existía y me quería. Sentí el amor de Dios. Me ayudó mucho el grupo de Renovación Carismática, a la que había ido para burlarme".

"Se me fueron abriendo los ojos y vi que Dios no era una leyenda o un cuento para débiles, sino que existía y que me apoyaba, me guiaba. Experimenté que me amaba tanto que me quería para Él y me llamaba", recuerda.

"Soy tuyo para lo que necesites"

El P. Juan José había sido bautizado e hizo la Primera Comunión por deseo de sus abuelos, pero nunca más había vuelto a tener relación con Dios. "La Confirmación la hice en pleno proceso de conversión y fue un auténtico regalo. Ese día le dije al Señor: 'soy tuyo para lo que necesites'. Mi madre vino a la ceremonia, pero mi padre no. Fue un momento único en mi vida para recibir el Espíritu Santo y apostar por el Señor".

Durante meses el joven Juan José estuvo resistiéndose a la llamada al sacerdocio. "Le decía al Señor que no quería líos, que no me hablara. Hasta que tuve que tomar una decisión y fue la de seguirle, siendo sacerdote".

Y un sábado por la tarde, con 17 años, el P. Juan José le dijo a su padre que quería ir al seminario y su padre le pegó una paliza y le dijo que "sería sacerdote por encima de su cadáver".

"Fue muy duro para mi familia, porque siempre han sido excelentes padres, han querido lo mejor para mi hermano y para mí. Pero no entendieron que yo quisiera ser sacerdote. De hecho mi padre me ofreció pagarme los estudios universitarios en Estados Unidos pero (me dijo) que nunca me pagaría el seminario", cuenta.

En ese momento tan duro, el P. Juan José recuerda que solo tenía en la cabeza la oración de Santa Teresa de Jesús: "nada te turbe, nada te espante. Solo Dios Basta" y cuando su padre dejó de reprenderle, el joven le dio un abrazo y le dijo: "sabía que ibas a reaccionar así, pero también sé que algún día lo entenderás".

"Bienvenido"

De hecho, su padre llegó a amenazar con denunciar al párroco a la policía si seguía ayudando a discernir su vocación a su hijo. "Mi padre iba a por todas, pero el Señor es más fuerte, así que el Señor pudo con mi padre", cuenta con humor.

El P. Juan José no pudo comenzar el seminario por obedecer a su padre y por eso comenzó a estudiar Magisterio en la Universidad de Almería. Durante años fue paciente y siguió fiel a su vocación de sacerdote. Hasta que un día, en mayo de 1999, según recuerda, su madre le dijo que había hablado con su padre y que finalmente le dejaba que entrara en el seminario. "Empecé a llorar y a llorar. Recuerdo cómo al contárselo al párroco me dijo 'bienvenido' y me dio un abrazo enorme".

En septiembre del 2000 finalmente entró en el seminario.

En 2006,  el P. Juan José se ordenó en la catedral de Almería y su padre sí acudió a la ceremonia. "Él no deseaba de ningún modo que fuera sacerdote, pero me veía feliz y aunque fuera totalmente anticlerical decidió que la felicidad de su hijo estaba por encima de su ideología y que si yo era feliz, aunque él no lo entendiera, tendría que aceptarlo".

De hecho recuerda que hace dos años, "antes de morir, mi padre recibió la unción de enfermos. Y se la administré yo".

"Cuando alguien me dice que no cree en Dios, siempre les contesto que yo tampoco creía en Él, pero que estaba equivocado porque he descubierto la auténtica felicidad que me ha la dado Jesús . Si no eres absolutamente feliz pídele al Señor que te ayude porque sólo Él te dará la felicidad que tu corazón necesita".