El Papa Francisco subrayó la importancia de las buenas obras para la salvación. "Estamos llamados a hacer resplandecer en el mundo la luz de la fe, a entregarla a los demás mediante las obras buenas", afirmó.
El Pontífice hizo estas afirmaciones durante el rezo del Ángelus de este domingo 5 de febrero, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde comentó el Discurso de la Montaña presente en el Evangelio de San Mateo.
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El Santo Padre recordó que "estamos reconocidos como verdaderos discípulos del Señor, que es Luz del mundo, por nuestras obras". "¡Esa luz, debemos donarla con nuestras obras buenas!", exhortó.
Francisco reflexionó sobre los conceptos "sal" y "luz" empleados por Jesús en su discurso y resaltó que "sus palabras se dirigen a los discípulos de todos los tiempos, incluidos los de hoy".
"Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz por medio del testimonio de sus obras buenas. Dice: 'Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos'".
El Obispo de Roma explicó que tanto nuestras obras buenas como las malas dejan una profunda huella en los demás: "es principalmente nuestro comportamiento el que, en el bien y en el mal, deja un signo en los demás". También llamó a no retener para uno mismo el don de la fe que ha recibido, y pidió ser generosos y donarlo a los demás.
En ese sentido, resaltó la importancia del ejemplo de los cristianos en la labor de difusión del evangelio: "tenemos una obligación y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuese de nuestra propiedad".
"Por el contrario, estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a entregarla a los demás mediante las obras buenas. Es de eso de lo que tiene necesidad el mundo a la luz del Evangelio que transforma, sana y garantiza la salvación a quien lo acoge".
"La luz de nuestra fe, donándola, no se apaga, sino que se fortalece. En cambio, puede disminuir si no la alimentamos con el amor y con las obras de caridad", insistió.
De esa manera, "la imagen de la luz se encuentra con la imagen de la sal", indicó.
"La página evangélica, de hecho, dice que, como discípulos de Cristo, también somos 'sal de la tierra'. La sal es un elemento que, mientras da sabor, conserva los alimentos de la alteración y la corrupción". "¡En la época de Jesús no existían los frigoríficos!", bromeó Francisco.
En este punto, el Papa resaltó que "la misión de los cristianos en la sociedad es la de dar sabor a la vida, con la fe y el amor que Cristo nos ha entregado y, al mismo tiempo, mantener lejos el germen contaminante del egoísmo, de la envidia y de la difamación".
"Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades que, en cambio, deben resplandecer como lugares de acogida, de solidaridad y de reconciliación. Para cumplir esa misión, es necesario que nosotros mismos, en primer lugar, seamos liberados de la degeneración corruptora de la influencia mundana contraria a Cristo y al Evangelio. Esta purificación no finaliza nunca, debe renovarse continuamente".
"Cada uno de nosotros estamos llamados a ser 'luz' y 'sal' en el propio entorno de la vida cotidiana, conservando la misión de regenerar la realidad humana en el espíritu del Evangelio y en la perspectiva del Reino de Dios", concluyó.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 4 de febrero de 2017